El
que desea comulgar, debe en vísperas, antes o después de la vigilia
nocturna, confesar sinceramente sus pecados al sacerdote, con el corazón
abierto y sin esconder ningún pecado. Antes de la confesión se debe sin
falta hacer las paces con sus ofensores y con aquellos a quienes ha
ofendido uno mismo, pidiéndoles a todos el perdón. En la confesión es
mejor no esperar las preguntas del sacerdote sino exponerle todo lo que
se acumuló en el alma, sin justificarse ni culpar a otros. En ningún
caso debe culpar a nadie, ni mencionar los pecados ajenos.
Si
no resulta confesarse en la tarde, hay que hacerlo antes de liturgia,
en el caso extremo antes del Himno de los Querubines. Sin la confesión
nadie, salvo niños de hasta 7 años, puede ser admitido a la Santa
Comunión. Hay una buena tradición: después de la confesión y hasta la
Santa Comunión, no comer, no beber, no fumar. Claro, esto se prohibe
después de la medianoche. A la Santa Comunión se debe llegar
completamente en ayunas. La abstención de la comida y bebida antes de la
Santa Comunión debe comunicarse también a los niños.
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