La Separación de las Iglesias
Ante todo es preciso tener en cuenta que la Iglesia Ortodoxa nunca se separó de ninguna otra Iglesia. Ella viene en línea recta desde Nuestro Señor Jesucristo y de sus Apóstoles. Ella nunca se apartó, a través de los siglos, de la auténtica y verdadera doctrina enseñada por el Divino Maestro. Los demás se separaron de ella, más ella nunca se apartó de nadie, de la recta línea que va hasta Jesucristo. La Iglesia Ortodoxa es una, ayer, hoy y mañana: es la misma siempre. Cristo le ha señalado su derrotero a seguir, y ella lo ha hecho sin apartarse jamás del mandato de Cristo.
Un hecho doloroso y triste en la historia de la Iglesia de Cristo, fue la separación de las Iglesias Ortodoxa y Romana, que por mil años permanecieron unidas. Las causas son múltiples y complejas: Psicológicas, políticas, culturales, disciplinarias, litúrgicas y dogmáticas. Una cosa es bien cierta y demostrada históricamente: La separación definitiva no se produjo con el Patriarca Focio, en el siglo IX, ni con el Patriarca M. Cerulario, en el siglo XI (1054) pues a pesar de las divergencias que había entre ambas Iglesias, principalmente la cuestión del Filioque y de los Búlgaros, la unidad se mantenía. Los Patriarcas orientales y occidentales permanecieron en comunión, al menos parcial, y en Constantinopla misma, las iglesias y monasterios latinos continuaron existiendo.
La división se fue gestando poco a poco a través de muchos siglos. En resumen podemos decir que la verdadera causa de la separación fueron dos hechos:
1) Carlomagno y los libros Carolinos (S. IX): al pretender Carlomagno contraer matrimonio con la Princesa Irene de Bizancio y no conseguir su objeto, atacó a los orientales, achacándoles errores que no tenían, en los libros llamados (Carolinos y por los Teólogos de la corte de Aix-la-chapelle. Este hecho afectó profundamente la vida entre ambas Iglesias, no obstante haber desaprobado el mismo Papa, todo esto.
2) La ruptura definitiva y verdadera se produjo en el momento de las Cruzadas, que jugaron un papel totalmente nefasto en las relaciones entre las dos partes de la cristiandad: los obispos orientales fueron reemplazados por Latinos, y sobretodo la famosa IV Cruzada (1198). dio el golpe de gracia a los vestigios de unidad que aún existían: la flota veneciana, que transportaba los Cruzados hacia Tierra Santa, se desvió hacia Constantinopla y puso sitio a la "Ciudad guardada de Dios." El Occidente todo entero se enriqueció de reliquias y tesoros bizantinos y un patriarca veneciano, Tomás Morosini, se sentó sobre la silla de Focio, con el acuerdo del Papa Inocencio III. A las divergencias doctrinales entre griegos y latinos, se añadió una desconfianza nacional que contribuyó a volver aún más aleatorias las tentativas de la unión.
El testamento de Jesucristo antes de su muerte fue una oración por la unión de todos los que creen en él. Fiel discípula de Cristo, la Iglesia Ortodoxa pide siempre por la unión de los cristianos: "Roguemos al señor por la paz de todo el mundo, por la prosperidad de las Iglesias de Dios y la unión de todos" (Santa Liturgia).
El cisma estaba consumado, sin que haya sido posible subsanar tal rotura del vestido de Cristo hasta el día de hoy a pesar de los deseos y esfuerzos hechos en tal sentido. La esperanza de la unión no ha logrado convertirse en la feliz realidad, que todos anhelan. Se han hecho tres Concilios con tal motivo: -Concilio Barinense, en 1098, Bari Apulia: el Conalio de Lión, en 1274; y el Concilio de Florencia, entre los años 1438 y 1439. En ninguno de ellos se logró la tan ansiada unión de todos los cristianos en una única Iglesia, bajo una única cabeza: Cristo. Solamente Dios y la oración harán posible la unión de ambas Iglesias. Todos los esfuerzos que se realizan hoy mundialmente serán vanos, estarán condenados al fracaso si no se apoyan en la oración y el sacrificio. Es preciso que desaparezca ante todo el ataque y la prédica condenatoria y el trato de herejes y cismáticos dispensados abundantemente por Roma contra la Iglesia Ortodoxa y los demás cristianos. Es necesario no tener a la Iglesia Ortodoxa como oveja descarriada, que vive en el error, en las tinieblas. Pedimos a Dios que las palabras de Cristo, "un sólo rebaño bajo un sólo Pastor," sean un día una feliz realidad
Ante todo es preciso tener en cuenta que la Iglesia Ortodoxa nunca se separó de ninguna otra Iglesia. Ella viene en línea recta desde Nuestro Señor Jesucristo y de sus Apóstoles. Ella nunca se apartó, a través de los siglos, de la auténtica y verdadera doctrina enseñada por el Divino Maestro. Los demás se separaron de ella, más ella nunca se apartó de nadie, de la recta línea que va hasta Jesucristo. La Iglesia Ortodoxa es una, ayer, hoy y mañana: es la misma siempre. Cristo le ha señalado su derrotero a seguir, y ella lo ha hecho sin apartarse jamás del mandato de Cristo.
Un hecho doloroso y triste en la historia de la Iglesia de Cristo, fue la separación de las Iglesias Ortodoxa y Romana, que por mil años permanecieron unidas. Las causas son múltiples y complejas: Psicológicas, políticas, culturales, disciplinarias, litúrgicas y dogmáticas. Una cosa es bien cierta y demostrada históricamente: La separación definitiva no se produjo con el Patriarca Focio, en el siglo IX, ni con el Patriarca M. Cerulario, en el siglo XI (1054) pues a pesar de las divergencias que había entre ambas Iglesias, principalmente la cuestión del Filioque y de los Búlgaros, la unidad se mantenía. Los Patriarcas orientales y occidentales permanecieron en comunión, al menos parcial, y en Constantinopla misma, las iglesias y monasterios latinos continuaron existiendo.
La división se fue gestando poco a poco a través de muchos siglos. En resumen podemos decir que la verdadera causa de la separación fueron dos hechos:
1) Carlomagno y los libros Carolinos (S. IX): al pretender Carlomagno contraer matrimonio con la Princesa Irene de Bizancio y no conseguir su objeto, atacó a los orientales, achacándoles errores que no tenían, en los libros llamados (Carolinos y por los Teólogos de la corte de Aix-la-chapelle. Este hecho afectó profundamente la vida entre ambas Iglesias, no obstante haber desaprobado el mismo Papa, todo esto.
2) La ruptura definitiva y verdadera se produjo en el momento de las Cruzadas, que jugaron un papel totalmente nefasto en las relaciones entre las dos partes de la cristiandad: los obispos orientales fueron reemplazados por Latinos, y sobretodo la famosa IV Cruzada (1198). dio el golpe de gracia a los vestigios de unidad que aún existían: la flota veneciana, que transportaba los Cruzados hacia Tierra Santa, se desvió hacia Constantinopla y puso sitio a la "Ciudad guardada de Dios." El Occidente todo entero se enriqueció de reliquias y tesoros bizantinos y un patriarca veneciano, Tomás Morosini, se sentó sobre la silla de Focio, con el acuerdo del Papa Inocencio III. A las divergencias doctrinales entre griegos y latinos, se añadió una desconfianza nacional que contribuyó a volver aún más aleatorias las tentativas de la unión.
El testamento de Jesucristo antes de su muerte fue una oración por la unión de todos los que creen en él. Fiel discípula de Cristo, la Iglesia Ortodoxa pide siempre por la unión de los cristianos: "Roguemos al señor por la paz de todo el mundo, por la prosperidad de las Iglesias de Dios y la unión de todos" (Santa Liturgia).
El cisma estaba consumado, sin que haya sido posible subsanar tal rotura del vestido de Cristo hasta el día de hoy a pesar de los deseos y esfuerzos hechos en tal sentido. La esperanza de la unión no ha logrado convertirse en la feliz realidad, que todos anhelan. Se han hecho tres Concilios con tal motivo: -Concilio Barinense, en 1098, Bari Apulia: el Conalio de Lión, en 1274; y el Concilio de Florencia, entre los años 1438 y 1439. En ninguno de ellos se logró la tan ansiada unión de todos los cristianos en una única Iglesia, bajo una única cabeza: Cristo. Solamente Dios y la oración harán posible la unión de ambas Iglesias. Todos los esfuerzos que se realizan hoy mundialmente serán vanos, estarán condenados al fracaso si no se apoyan en la oración y el sacrificio. Es preciso que desaparezca ante todo el ataque y la prédica condenatoria y el trato de herejes y cismáticos dispensados abundantemente por Roma contra la Iglesia Ortodoxa y los demás cristianos. Es necesario no tener a la Iglesia Ortodoxa como oveja descarriada, que vive en el error, en las tinieblas. Pedimos a Dios que las palabras de Cristo, "un sólo rebaño bajo un sólo Pastor," sean un día una feliz realidad
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