Ortodoxia
es profundamente popular (publico). Todas las decisiones se tomaban en
su historia según la voz de toda la Iglesia. Los concilios ecuménicos y
locales, eran la expresión no de la enseñanza de la jerarquía solamente,
sino de la fe de toda la Iglesia. Así ocurría que la verdad la
defendían unos simples monjes, a veces, en contra del punto de vista de
los obispos dirigentes, y la Iglesia reconocía la voz de la verdad de
los primeros, tal como ocurrió en el tiempo de la herejía, de
monofisismo, o en el período Iconoclasta, o en la Rusia sur occidental
en el fin del siglo XVI.
Pero ser popular, no significa ser democrática, por la forma de gobierno. La Iglesia está gobernada no por representantes del pueblo, sino por la jerarquía eclesiástica, y gobernada en base a firmes y claros cánones eclesiásticos. Pensar que la conciliaría ortodoxa consiste en que los laicos dirijan a la Iglesia junto con los obispos significa no entender, ni el espíritu de Ortodoxia, ni el significado del término "conciliaría" (sobornost).
Ser popular no significa tampoco tener el nivel bajo en cultura, y la Ortodoxia, siendo en su historia siempre popular por el espíritu, no puede ser tratada como una expresión de primitivismo, como refracción popular simple de la religión cristiana. Ortodoxia se impregnó con las características nobles de la alta cultura helénica, que el Bizancio recibió como herencia. La elocuencia, cuyos altos modelos tenemos en los Santos del siglo 4 del cristianismo, la filosofía y la ciencia, particularmente representadas en el cristianismo Oriental por Basilio el grande y Origen; la poesía desde el tiempo de Gregorio el Teólogo y que penetra como un dibujo en la Liturgia Oriental en desarrollo; la Santa Sofía de Constantinopla — una cima del arte arquitectónico antiguo; 8 tonos de Juan el Damasceno; la iconografía del Oriente, los frescos y mosaicos de los templos de Constantinopla — todos son ejemplos de alta cultura del cristianismo oriental. Y solo la noche de Islam, que inundó el Oriente ortodoxo por más de 1000 años, detuvo allí el torrente de la cristianización de cultura.
Ortodoxia, como se sabe, era un móvil cultural también en la historia de nuestra patria.
Ortodoxia es supranacional. Ella no es rusa, ni serbia, ni griega — es la confesión cristiana. Sin embargo ella, libremente se impregna de elemento natural, convive con la sicología del pueblo y se alegra con sus alegrías y en la unión de la Iglesia y el pueblo se crea su historia. Cuan estrechamente se entrelazó la historia del pueblo con la actividad sacerdotal y de la Iglesia, en el pueblo serbio. Y el trabajo creador de la Iglesia Rusa no pueden ignorar ni los enemigos del cristianismo, cuando hablan del pasado del pueblo ruso.
Pero en esta parte nos encontramos con una tentación. Viendo, cuanta ayuda puede prestar la Iglesia al Estado y al pueblo, los dirigentes populares y estatales no una sola vez querían reducir a la Iglesia y la religión para el "servicio" del pueblo y del estado. Ellos valoran la religión en la medida que la Iglesia, según el entendimiento de ellos, es necesaria y útil social ó políticamente. Con esto rebajan a la Iglesia y a la religión, hasta frenan su actividad y libertad perjudicando su cometido. Por eso, las Iglesias-Madres, no siempre reconocen la independencia de las Iglesias normales, particularmente en estados jóvenes.
Siempre hay que temer a esta tendencia de usar a la religión, aunque sea, para metas constructivas, pero no directas. No se puede exigir de ella, en lugar de problemas eternos — servir a los fine temporales.
Pero ser popular, no significa ser democrática, por la forma de gobierno. La Iglesia está gobernada no por representantes del pueblo, sino por la jerarquía eclesiástica, y gobernada en base a firmes y claros cánones eclesiásticos. Pensar que la conciliaría ortodoxa consiste en que los laicos dirijan a la Iglesia junto con los obispos significa no entender, ni el espíritu de Ortodoxia, ni el significado del término "conciliaría" (sobornost).
Ser popular no significa tampoco tener el nivel bajo en cultura, y la Ortodoxia, siendo en su historia siempre popular por el espíritu, no puede ser tratada como una expresión de primitivismo, como refracción popular simple de la religión cristiana. Ortodoxia se impregnó con las características nobles de la alta cultura helénica, que el Bizancio recibió como herencia. La elocuencia, cuyos altos modelos tenemos en los Santos del siglo 4 del cristianismo, la filosofía y la ciencia, particularmente representadas en el cristianismo Oriental por Basilio el grande y Origen; la poesía desde el tiempo de Gregorio el Teólogo y que penetra como un dibujo en la Liturgia Oriental en desarrollo; la Santa Sofía de Constantinopla — una cima del arte arquitectónico antiguo; 8 tonos de Juan el Damasceno; la iconografía del Oriente, los frescos y mosaicos de los templos de Constantinopla — todos son ejemplos de alta cultura del cristianismo oriental. Y solo la noche de Islam, que inundó el Oriente ortodoxo por más de 1000 años, detuvo allí el torrente de la cristianización de cultura.
Ortodoxia, como se sabe, era un móvil cultural también en la historia de nuestra patria.
Ortodoxia es supranacional. Ella no es rusa, ni serbia, ni griega — es la confesión cristiana. Sin embargo ella, libremente se impregna de elemento natural, convive con la sicología del pueblo y se alegra con sus alegrías y en la unión de la Iglesia y el pueblo se crea su historia. Cuan estrechamente se entrelazó la historia del pueblo con la actividad sacerdotal y de la Iglesia, en el pueblo serbio. Y el trabajo creador de la Iglesia Rusa no pueden ignorar ni los enemigos del cristianismo, cuando hablan del pasado del pueblo ruso.
Pero en esta parte nos encontramos con una tentación. Viendo, cuanta ayuda puede prestar la Iglesia al Estado y al pueblo, los dirigentes populares y estatales no una sola vez querían reducir a la Iglesia y la religión para el "servicio" del pueblo y del estado. Ellos valoran la religión en la medida que la Iglesia, según el entendimiento de ellos, es necesaria y útil social ó políticamente. Con esto rebajan a la Iglesia y a la religión, hasta frenan su actividad y libertad perjudicando su cometido. Por eso, las Iglesias-Madres, no siempre reconocen la independencia de las Iglesias normales, particularmente en estados jóvenes.
Siempre hay que temer a esta tendencia de usar a la religión, aunque sea, para metas constructivas, pero no directas. No se puede exigir de ella, en lugar de problemas eternos — servir a los fine temporales.
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