viernes, 29 de noviembre de 2013

Invitación al martirio: Orígenes de Alejandría


Orígenes de Alejandría nos dice:
"Si hemos pasado de la muerte a la vida, al pasar de la incredulidad a la fe, no debemos extrañarnos de que el mundo nos aborrezca. Todo aquel que no ha dado este paso de la muerte a la vida, sino que permanece en la muerte, es incapaz de amar a los que han pasado de la casa tenebrosa de la muerte, por así decirlo, a los edificios de la luz de la vida, hechos de piedras vivas. Jesus dio su vida por nosotros, y por eso nosotros debemos dar la nuestra, no digo solamente por él, sino también por nosotros mismos, y pienso que aun por aquellos a quienes nuestro mártirio será motivo de edificación. Ten presente, cristiano, que ha llegado para nosotros el momento de gloriarnos. Dice en efecto, el Apóstol: "Y más aun, nos gloriamos hasta en las tribulaiones, sabiendo que la tribulación engendra constancia; la constancia, virtud acrisolada; y la virtud acrisolada, esperanza; y esta esperanza no defrauda. Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado." Aceptemos con entusiasmo los sufrimientos de Cristo pues es cierto que los sufrimientos de Cristo rebozan sobre nosotros, también por Cristo reboza nuestro consuelo; y que abunden sobre nosotros estos sufrimientos, si es que deseamos aquel consuelo prometido a todos los que lloran, el cual seguramente superará los sufrimientos, ya que, si hubiera una exacta proporción, no estaría escrito: "Si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebozan sobre nosotros, también reboza nuestro consuelo". Los que estan asociados a los sufrimientos, en la medida en que compartan la pasión de Cristo, estarán asociados a su consuelo. Así lo habéis aprendido del apóstol que dice, lleno de confianza: "Sabemos que como participáis en el sufrimiento, también participáis en el consuelo." Dice Dios por boca del profeta: "En el tiempo de gracia te he respondido, en el día de salvación te he auxiliado." ¿Y qué mejor tiempo de gracia que aquel en que, por nuestro amor a Dios en Cristo, somos conducidos públicamente bajo custodia en este mundo, en realidad como vencedores más que como vencidos? En efecto, los mártires de Cristo despojan con el a los principados y potestades, con Él triunfan sobre los mismos y, de este modo, al participar en su sufrimiento, tienen parte en lo que el alcanzó por su fortaleza en padecer. Por tanto, el día de salvación no es otro que aquel en que de este modo salís de este mundo. Tened presente, con todo, esta recomendación que os hago: A nadie deis nunca motivo de escándalo, a fin de no hacer caer en descrédito nuestro ministerio, antes al contrario acreditaos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios, por vuestra mucha constancia, diciendo: Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza. "

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