En la mañana, al levantarte, eleva tus
pensamientos a Dios. Persígnate y agradécele el paso de la noche y sus
misericordias hacia ti. Pídele que Él dirija tus pensamientos, tus
deseos y tus sentidos, para que todo lo que digas y todo lo que hagas
sea de Su agrado.Mientras te vistes, recuerda que estás ante la
presencia de Dios y del Ángel Guardián. Pídele a nuestro Señor
Jesucristo que te vista con el ropaje de la salvación. Esfuérzate,
aunque sea un cuarto de hora, para meditar sobre las verdades de la Fe y
sobre lo que has leído de provechoso para tu alma. Ora antes de comer,
para que Dios bendiga la comida y la bebida. Después de comer,
agradécele y ruega no perder los bienes espirituales. Es bueno que te
levantes de la mesa sin haberte saciado totalmente. Ayuna siguiendo el
ejemplo de los primeros cristianos: hazlo especialmente el día jueves o
viernes. En los momentos de debilidad, no te olvides de orar y
de hacer buenas obras. Todo lo que hagas, que sea en el nombre de
Jesús. Si quieres tener paz en tu alma, entrégate a Dios de todo
corazón. No tendrás tranquilidad espiritual hasta que te pongas en paz
con Dios.Que el Señor Jesucristo sea tu Maestro en todo. Constantemente
dirige tus pensamientos a Dios y pregúntale cómo hubiera procedido él.
Asiste a la Iglesia frecuentemente. Confiésate y comulga con los
Santísimos Misterios. En la confesión, arrepiéntete sinceramente de
todos tus pecados.
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