viernes, 29 de noviembre de 2013

La Santa Iglesia Ortodoxa: Pueblo si, anarquía no...‏


Ortodoxia es profundamente popular (publico). Todas las decisiones se tomaban en su historia según la voz de toda la Iglesia. Los concilios ecuménicos y locales, eran la expresión no de la enseñanza de la jerarquía solamente, sino de la fe de toda la Iglesia. Así ocurría que la verdad la defendían unos simples monjes, a veces, en contra del punto de vista de los obispos dirigentes, y la Iglesia reconocía la voz de la verdad de los primeros, tal como ocurrió en el tiempo de la herejía, de monofisismo, o en el período Iconoclasta, o en la Rusia sur occidental en el fin del siglo XVI.

Pero ser popular, no significa ser democrática, por la forma de gobierno. La Iglesia está gobernada no por representantes del pueblo, sino por la jerarquía eclesiástica, y gobernada en base a firmes y claros cánones eclesiásticos. Pensar que la conciliaría ortodoxa consiste en que los laicos dirijan a la Iglesia junto con los obispos significa no entender, ni el espíritu de Ortodoxia, ni el significado del término "conciliaría" (sobornost).

Ser popular no significa tampoco tener el nivel bajo en cultura, y la Ortodoxia, siendo en su historia siempre popular por el espíritu, no puede ser tratada como una expresión de primitivismo, como refracción popular simple de la religión cristiana. Ortodoxia se impregnó con las características nobles de la alta cultura helénica, que el Bizancio recibió como herencia. La elocuencia, cuyos altos modelos tenemos en los Santos del siglo 4 del cristianismo, la filosofía y la ciencia, particularmente representadas en el cristianismo Oriental por Basilio el grande y Origen; la poesía desde el tiempo de Gregorio el Teólogo y que penetra como un dibujo en la Liturgia Oriental en desarrollo; la Santa Sofía de Constantinopla — una cima del arte arquitectónico antiguo; 8 tonos de Juan el Damasceno; la iconografía del Oriente, los frescos y mosaicos de los templos de Constantinopla — todos son ejemplos de alta cultura del cristianismo oriental. Y solo la noche de Islam, que inundó el Oriente ortodoxo por más de 1000 años, detuvo allí el torrente de la cristianización de cultura.

Ortodoxia, como se sabe, era un móvil cultural también en la historia de nuestra patria.

Ortodoxia es supranacional. Ella no es rusa, ni serbia, ni griega — es la confesión cristiana. Sin embargo ella, libremente se impregna de elemento natural, convive con la sicología del pueblo y se alegra con sus alegrías y en la unión de la Iglesia y el pueblo se crea su historia. Cuan estrechamente se entrelazó la historia del pueblo con la actividad sacerdotal y de la Iglesia, en el pueblo serbio. Y el trabajo creador de la Iglesia Rusa no pueden ignorar ni los enemigos del cristianismo, cuando hablan del pasado del pueblo ruso.

Pero en esta parte nos encontramos con una tentación. Viendo, cuanta ayuda puede prestar la Iglesia al Estado y al pueblo, los dirigentes populares y estatales no una sola vez querían reducir a la Iglesia y la religión para el "servicio" del pueblo y del estado. Ellos valoran la religión en la medida que la Iglesia, según el entendimiento de ellos, es necesaria y útil social ó políticamente. Con esto rebajan a la Iglesia y a la religión, hasta frenan su actividad y libertad perjudicando su cometido. Por eso, las Iglesias-Madres, no siempre reconocen la independencia de las Iglesias normales, particularmente en estados jóvenes.

Siempre hay que temer a esta tendencia de usar a la religión, aunque sea, para metas constructivas, pero no directas. No se puede exigir de ella, en lugar de problemas eternos — servir a los fine temporales.

La grandeza de la Ortodoxia....‏

"Conservar," "guardar," "ser fiel a la tradición de la Iglesia" ¿no es la cultivación del conservatismo? No sería característico para la Iglesia Ortodoxa el estancamiento, el punto de vista como este: "Nuestros abuelos vivían y se salvaban así, con esto queremos quedarnos. No necesitamos nada nuevo."

 


 
A menudo reprochan el conservatismo a la Iglesia ortodoxa.

Pero también algunos dicen lo contrario. Los protestantes acusan, p. ej: que el Oriente ortodoxo, en su desarrollo eclesiástico, fue demasiado lejos, introduciendo cada vez más novedades en los conceptos y costumbres eclesiásticos, ¿de dónde sería mejor volver atrás hacia el orden viejo y primordial de los primeros siglos del cristianismo?

¿Pero ese conservatismo de la Iglesia, no sería dictado por la lógica del milenio que se va? Si está destinado para algún día la reunificación de las Iglesias, ¿En qué base pueden proceder si no es sobre una aceptación mutua de las situaciones dogmáticas y canónicas comunes a ambos iglesias de Oriente y Occidente previas a la ruptura? La Iglesia Ortodoxa, que no cambio nada en su confesión dogmática y su orden canónico, en cualquier momento esta lista de aceptar la reunificación, sobre esta base única posible.

Y al mismo tiempo, la Iglesia del 2º milenio es un continuo movimiento hacia adelante. Ortodoxia no es estática, sino dinámica. Sobre el Oriente Ortodoxo, que pasó más de mil años en la cautividad de pueblos musulmanes, es difícil hablar ahora. En los países eslavos, donde, después de su nacimiento en el Cristianismo, esta dinámica se expresó en la creación de la lengua eslava-litúrgica, en la conjunción libre del Cristianismo con el carácter popular, en las reformas de las ceremonias, en la composición de nuevas oraciones y cánticos, y lo mas importante, en la fuerza del espíritu, a veces profundamente escondida o revelándose en su grandeza en los momentos correspondientes de la vida de la Iglesia de Cristo.

El Espíritu de la Ortodoxia....‏


"El espíritu de Ortodoxia": esta expresión usada a menudo indica unidad, armonía interna que se encuentra en ella. Es difícil captar a ese espíritu, definirlo, decir en que consiste. De misma manera, o posiblemente con más dificultad que definir el espíritu de protestantismo o catolicismo. Pero tenemos el derecho de plantear la pregunta en otra forma: ¿De qué depende el espíritu de Ortodoxia, como se crea? ¿Es el término medio de la suma de numerosos caracteres de la confesión ortodoxa, de manera semejante a como se habla del espíritu de una ciudad, de un país, o es la expresión de la idea que se encuentra en la base misma de la Ortodoxia? Diciendo de otra manera, ¿constituye la misma Ortodoxia una suma de conocimiento y experiencia espiritual, históricamente acumulada, o en su ser ella misma es la idea, una serie de ideas, que sirve para la plenitud de Ortodoxia, como la raíz, para el tronco y las ramas?

Ya la palabra misma: "Ortodoxia" o la "verdadera glorificación," habla de la idea y la nombra. ¿Qué idea? Puede ser formulada de distintas formas, pero ya mencionada la noción histórica sobre el uso antiguo de ese término, y su filología, hablan que esa idea es ante todo la verdad: la búsqueda de la verdad, la fidelidad a ella, y su conservación: "Conozcan la verdad y la verdad os liberará." "Busquen ante todo a Reino de Dios y Su Verdad, y todo otro se os agregará."

La búsqueda de la verdad y la fidelidad a ella — es el signo fundamental de Ortodoxia. Y ese principio de la verdad en la Iglesia Ortodoxa en su historia, en sus actos, siempre se aceptaba (y existía en realidad) como fundamental, decisivo, cardinal. "No la universalidad, sino la verdad." Ni el peligro del cisma eclesiástico, ni la autoridad jerárquica, científica, teológica o cualquier otra, ni la presión del poder del estado, ni hasta la autoridad de Concilio — nada podía parar a ese elemento de la Iglesia, que como una potente corriente marina que imparable tendía hasta el fin de la adoración y victoria de la verdad Cristiana.

Así fue en la época de monofisismo, cuando el Santo Monje Máximo el Confesor no abdicó de la defensa de la enseñanza Ortodoxa, teniendo como oponente a 3 patriarcas y al emperador, así fue también, durante el período de 100 años de Iconoclasta.

Divorcio en la Iglesia Ortodoxa: Acto de Amor de Dios para su pueblo...



 
Esto es, a los ojos de muchos occidentales, un hecho establecido: la Ortodoxia aceptaría el divorcio. Sin embargo, esta visión es falsa porque la Iglesia Ortodoxa, por el hecho de aplicar el principio de misericordia, no quiere poner en cuestión los principios de indisolubilidad y de unicidad del matrimonio sacramental.

“La Iglesia no `reconoce´ ni `admite´ un divorcio. Esto último está considerado como un pecado grave, pero la Iglesia no ha dejado jamás de ofrecer una `nueva oportunidad´ a los pecadores, y siempre ha estado dispuesta a acogerles de nuevo, desde el momento en que están arrepentidos”.

Una segunda e, incluso, a veces, una tercera unión, se ha hecho así posible. “Se intenta actuar lo más fraternalmente y pastoralmente posible, en virtud del principio de economía, más allá del respeto estricto a las normas en vigor”.

Este principio de economía, específico de la Iglesia Ortodoxa –donde, no obstante, oficialmente no ha sido definido jamás-, es como una imagen de la misericordia divina. Se puede definir como “la suspensión de una aplicación absoluta y estricta de las directivas canónicas y eclesiásticas en la dirección y en la vida de la Iglesia, sin que sean comprometidos por ello los límites impuestos por el derecho”.

No se trata de una celebración del matrimonio, sino de una simple bendición

Es por esto que “el segundo o el tercer matrimonio será pues siempre una desviación respecto al `ideal´ de un matrimonio único”, a menudo una nueva oportunidad para “corregir una falta”. La ceremonia, marcada por oraciones de penitencia, no es una celebración del matrimonio, sino una simple bendición de la nueva unión. Los esposos no llevan las coronas tradicionales, los símbolos de la gloria del Reino.

Concretamente, los esposos que desean separarse para contraer una segunda unión deben presentar un expediente al obispo con el fin de exponer y explicar su caso. “Esto se sustancia relativamente con rapidez. Pero hay que tener cuidado con los casos de malevolencia entre esposos. Si se ve necesario, los recibo para profundizar en el caso con ellos”.

La Santa Iglesia Ortodoxa actua como “Madre y Maestra”…no como una madrastra. La misericordia es la regla ultima de la Iglesia.

Por qué el cristianismo no debe cambiar con los tiempos: San Teófanes el Recluso....‏


Llegó a mis oídos que, aparentemente, ustedes consideran mis sermones muy estrictas y creen que hoy nadie debe pensar de esta manera, nadie debe vivir así y por lo tanto nadie debe enseñar así. Los tiempos han cambiado!
Cómo me alegré de escuchar lo. Esto significa que ustedes escuchan con atención lo que digo, y no sólo escuchan, y también que están dispuestos a guardar lo. ¿Qué más podríamos querer nosotros que pedicamos según lo ordenado y lo cuando nosotros habíamos ordenado?
A pesar de todo esto, de manera ninguna no puedo estar de acuerdo con su opinión y considero que es mi deber a comentar y corregir la. Porque - aunque tal vez está en contra de su voluntad y sus creencias - viene de una fuente de pecado, como si el Cristianismo podría alterar sus doctrinas, sus reglas, sus rituales de santificación, para cumplir con el espíritu de cada tiempo y ajustado a los gustos variables de los hijos de este siglo, ser capaz de agregar o quitar algo.
Y sin embargo, no es así. El Cristianismo debe permanecer eternamente sin cambios, sin depender de ninguna manera o a guiarse por el espíritu de cada época. En el contrario,el mismo Cristianismo es designado para gobernar y administrar el espíritu del siglo para cualquier persona que obedece a sus advertencias. Para convencer a ustedes sobre este tema, les diré algunas reflexiones para estudiar.
Algunos dijeron que mi enseñanza es estricta. En primer lugar, mi enseñanza no es mia, ni debe ser. De esta posición santa nadie puede ni debe a predicar su enseñanza. Así que, si yo o alguien otro alguna vez se atreven a hacer lo, ustedes pueden quitarnos de la iglesia.
Nosotros predicamos a las enseñanzas del nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, de sus Santos Apóstoles y de la Santa Iglesia dirigida por el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, tomamos cuidado, en todo lo posible, a mantaner esta enseñanza intacta y inviolable en la mente y en sus corazones. Presentamos cada pensamiento y usamos cada palabra con mucho cuidado, para no obscurecer de manera ninguna esta enseñanza brillante y divina. Nadie puede actuar de manera diferente.
Tal ley que define la predicación de cada un en la Iglesia a ser enviado de Dios, fui establecido desde la creación del mundo Y así debe seguir siendo válido hasta el fin del mundo. El Profeta Moisés después de la entrega de las órdenes del Dios mismo al pueblo Israelita, llegó a las siguientes: «No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del SEÑOR vuestro Dios que yo os ordene.» (Deut. 4,2).
Esta ley de la constancia es tan sin cambios, que el mismo Señor y nuestro Salvador, cuando Él enseñaba la gente en la montaña dijo: «No penséis que he venido para desatar la ley o los profetas; no he venido para desatarla, sino para cumplirla. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la Ley, hasta que todas las cosas sean cumplidas.» (Mateo 5, 17-18).
Entonces dio el mismo prestigio en su enseñanza, antes de interpretar los comandos en el espíritu del Evangelio, mediante la adición de: «De manera que cualquiera que desatare uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el Reino de los cielos; mas cualquiera que los hiciere y los enseñare, éste será llamado grande en el Reino de los cielos.» (Mateo 5, 19).
Esto significa que cualquier persona que interpreta erróneamente los mandamientos de Dios y reduce su prestigio, será marginado en la vida futura. Así que dijo al comienzo de su predicación. Lo mismo aseguró también al San Juan el Teólogo, el espectador de las revelaciones indecibles, al que se describió el final crítica del mundo y la Iglesia, citando en el Apocalipsis: «Yo testifico a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa Ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro.» (Apoc. 22, 18 - 19).
Para todo el intervalo de tiempo que interviene Su primera presencia en el mundo hasta Su secunda presencia, Cristo dio a los santos apóstoles y sus sucesores la ley siguiente: «Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones...enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» (Mateo 28, 19-20).
Esto significa enseñar, no lo que alguien otro podría pensar, pero todo lo que Yo os he mandado y este hasta el fin del mundo. Y complementa: «y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del siglo. Amén.» (Mateo 28, 20).
Los Apóstoles recibieron esta ley y sacrificaron sus vidas para cumplir la. Y a ellos que querían obrigar los a no predicar lo que predican con la amenaza de castigo y muerte, estaban respondiendo: «Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios. Porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» (Hech. 4, 19-20).
Esta ley explícita fue entregado por los Apóstoles a sus sucesores, fue aceptada por los segundos y tiene poder diacrónico en la Iglesia de Dios. Debido a esta ley la Iglesia es la columna y el fundamento de la verdad. ¿Así que, ustedes pueden ver que estabilidad inviolable tiene? Después de esta, ¿quién sería tan presuntuoso a tocar tercamente o menear cualquier cosa en la doctrina y ley Cristiana?
A seguir, escuchen lo que se refiere el profeta Ezequiel que por siete días fue en éxtasis de oración y después de siete días escuchó la palabra del Señor: «Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la Casa de Israel. Oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.» (Eze. 3,17), y proclamó a la gente. Aquí está la ley para usted! Si usted ve un impío que compromete desorden y no le digas: deje su desorden y cambie su camino, «esto impío va a morir por su maldad, mas su sangre demandaré de tu mano» (Eze. 3,18).En contrario, si declarase al impío que tiene que escapar de su camino ilegal y él no escapa, pues este impío va a morir en su maldad, mientras tu vas a salvar su alma. Igualmente si usted ve un hombre justo que empieza a sacudir en su virtud y no lo apoyas y no intentas a traer lo el camino recto con tus palabras, pues esto justo porque pecó, va a morir por sus pecados, mas su alma demandaré de tu mano que no lo apoyó. Pero si le alertas al justo que no debe pecar y él deja de pecar, pues el justo va a vivir y usted va a salvar su alma (vea Eze. 3, 19-21).
Que ley estricta! Pero suena en las conciencias de todos los pastores durante su elección y consagración, cuando una carga pesada se impone en ellos, el pastoreamiento de lo rebaño de Cristo que Él ha confiado a ellos, pequeño o grande, no solo a pastorear lo, sino también a mantener lo. ¿Cómo podría alguien ser tan presuntuoso, para pervertir todo en la ley de Cristo, cuando esto resulta a destrucción de ambos, pastores y rebaño?
Si la fuerza salvifica de la enseñanza dependería de nuestra opinion sobre ella y nustro consenso en ella, entonces tendría sentido alguien concebir en su mente a reconstruir el Cristianismo de conformidad con las debilidades humanas o las demandas de la epoca y ajustar lo de acuerdo con los deseos de su corazón pecaminoso. Pero el poder salvifico de la ley Cristiania no depende nada de nosotros, sino de la voluntad de Dios, de lo facto que el mismo Dios estableció exactamente la ruta exacta de la salvación. Fuera de esta no hay otra ruta, ni podría existir. Por tanto cualquier persona que enseña de cualquier otra manera, significa que se desvía del camino verdadero y destruye a sí mismo y ustedes. ¿Qué lógica existe en esto?
Anotan ustedes cómo estricta era la crítica que había dicho, cuando algo similar había acontecido a la nación de Israel durante los años difíciles de su cautiverio. Algunos profetas por piedad de los torturados y los enfermos estaban hablando a la gente no como el Señor ordenó, pero como sus corazónes dictaban. Para ellos, el Señor le dio las siguientes órdenes a Ezequiel: «Y tú, hijo de hombre, pon tu rostro a las hijas de tu pueblo que profetizan de su propio corazón, y profetiza contra ellas, Y di: Así dijo el Señor DIOS: ¡Ay de aquellas que cosen almohadillas a todos codos de manos, y hacen veletes sobre la cabeza de toda edad para cazar las almas!» (Eze. 13. 17-18).
Esto significa: ¡Ay de aquellos que ordenan cualquier tipo de trato especial y sugieren educación tan suave, para que nadie se siente la menor la insatisfacción, ni de los que están en la cima ni de los abajo, siendo indeferentes si esto es para la salvacion o la destrucción, agradable o repulsivo al Dios. Iay! a ellos, porque «Por tanto, así dice el Señor Dios...vuestras almohadillas y velos», es decir su enseñanza que gotea miel y reconfortante, «con que cazáis ahí las almas volando», las arrancaré de vuestros brazos, liberaré las almas pervertidas de su enseñanza y exterminaré ustedes, corruptores (vea Eze. 13, 20-21).
Este es el beneficio de lo tratamiento especial y de la indulgencia, el tipo que ustedes desean escuchar desde los predicadores! Al poner estas cosas profundamente en sus corazónes, no es correcto a querer de nosotros hacer cualquier concesión en la doctrina Cristiana, teniendo el deseo erróneo que nosotros tenemos que les agradecemos. En el contrario ustedes deben a exigir persistemente a quedamos a la doctrina, rigurosamente como sea posible y con firmeza.
¿Tienen ustedes nunca oído para los papeles de perdón del Papa de Roma? Aquí es cuáles son éstos: Tratamiento especial y indulgencia, que da desafiando la ley de Cristo. Y cual es el resultado? De estos, todo el Occidente está corrupto en la fe y a lo estilo de vida, y ahora esta se perdiendo en su infidelidad y en la vida desenfrenada con sus papeles de perdón.
El Papa cambió muchas doctrinas, estropeó todos los Misterios, anuló las normas relativas a la regulación de la Iglesia y la rectificación de los morales. Todo empezó a ir en contra de la voluntad del Señor, y se convirtió en peor y más peor.
Luego apareció el Lutero, un hombre inteligente pero obstinado. Entonces dijo él: «El Papa cambió todo como quería, porqué yo no puedo hacer lo mismo?» Entonces comenzó a modificar y remodificar todo a su manera, y fundó en esta forma la nueva fe luterana, la que apenas se parece a lo que el Señor ordenó y los santos Apóstoles nos entregaron.
Después de Lutero aparecieron filósofos. Y ellos a su vez dijeron: «Lutero ha establecido para sí mismo una nueva fe, supuestamente basada en el Evangelio, pero en realidad basada en su propia manera de pensar. Entonces por qué nosotros no podemos componer doctrinas basadas sólo en nuestro propio pensamiento, ignorando por completo el Evangelio?» Así empezaron ellos también a pensar racionalmente, y conjeturar sobre Dios, sobre el mundo, sobre el humano, cada uno a su manera, y mezclaron tantas doctrinas, que alguien sólo a enumerar las, marea su mente.
Ahora los occidentales tienen las percepciónes siguientes: Cree qué te parece mejor, vive como te gusta, satisfaga lo que cautiva a su alma. Por tanto no reconocen ninguna ley o limitación y no someten a la Palabra de Dios. Su camino es amplio, todos los obstáculos desplazados. Pero el camino amplio conduce a la pérdida, como dice el Señor. Allí llevó la holgura en la enseñanza!
Libera nos, Señor, de este camino amplio! Pero mejor amar cualquier preocupación que el Señor designó para nuestra salvación. Vamos amar las doctrinas Cristianas y forzar nuestra mente con ellas, imponiendo a ella de no pensar diferentemente. Vamos amar las morales Cristianas y forzar nuestra voluntad con ellas, obligándola a levantar el yugo ligero del Señor con humildad y paciencia. Vamos amar todas las celebraciónes y los servicios Cristianos que nos amonestan, nos corrigen, nos santifican. Vamos forzar nuestro corazon con ellas, impulsandola a trasladar sus preferencias de los terrenales y perecederos celestiales e imperecederos.
Vamos limitar nosotros mismos como si entráramos en una jaula. O mejor vamos arrastrar nosotros mismos, como si pasábamos a través de un pasaje estrecho. Deja lo estar estrecho, para que ninguno puede desviar ni a la derecha, ni a la izquierda. Pero, indudablemente recibiéremos a través de este pasaje estrecho, como recompensa el reino de los cielos. Porque este reino, como ustedes saben, es el reino del Señor. El Señor fijó este pasaje estrecho y nos dijo: Ir exactamente de este pasaje y ustedes van a lograr el reino de los cielos."
Ahora podría alguien a dudar si el peregrino va a llegar a la final? ¿Y qué mente iba tener alguien que empeza a desear cada tipo de anulacion de las órdenes, cuando así perdería inmediatamente su camino y mismo se perdería?
Después que ustedes entendieron plenamente esta confirmación, no se afligen si algo en nuestra enseñanza aparece estricto. La única cosa que ustedes deben que buscar es a asegúrese si es del Señor. Y una vez que ustedes han asegurado que es del Señor, acepten la cordialmente, no importa cuándo estricta o forzosa puede ser. Y no sólo no quieran un trato especial y indulgencia a la doctrina y lo moral, sino también alejen de estos, como si usted dejaban el fuego de gehena. De esto no pueden escapar los que inventan esas cosas y con ellos extravian los débiles en el alma para seguirlos. Amen.
29 de Diciembre 1863 Domingo después del nacimiento de Cristo.

La Luz Tabórica...‏



En el siglo XIV, un monje calabrés, Barlaam, atacó a los hesicastas del monte Athos acusándoles de mesalianismo. Se fundaba para ello en su propia aserción de que éstos gozaban de la visión de la luz increada Pero, indirectamente, el monje calabrés rindió un gran servicio a la teología mística oriental, pues dio ocasión al gran teólogo Gregorio Palamas, arzobispo de Tesalónica, de defender a los hesicastas del monte Athos en el Concilio de Constantinopla (1341) y de elaborar una teología mística sobre la luz tabórica.

Palamas no tuvo dificultad en demostrar que en la Biblia se menciona a cada paso la luz divina y la gloria de Dios y que el propio Dios es llamado luz. Y aun más, disponía de una abundante literatura mística y ascética -desde los Padres del desierto a Simeón el nuevo teólogo- para demostrar que la deificación por el Espíritu Santo y las manifestaciones visibles de la gracia se distinguen por la visión de la luz increada o por emanaciones de luz. Para Palamas, escribe Vladimiro Lossky, "la luz divina es un dato de la experiencia mística. Es el carácter visible de la divinidad, de las energías por las cuales Dios se comunica y se revela a los que han purificado sus corazones" (1). Esta luz divina y divinizante es la gracia. La transfiguración de Jesús constituye, evidentemente, el misterio central de la teología de Palamas. La discusión con Barlaam giraba especialmente sobre este punto: la luz de la transfiguración, ¿era creada o increada? La mayoría de los Padres de la Iglesia consideraban la luz vista por los apóstoles como increada y divina. Palamas se dedicó a desarrollar este punto (2). Para él, la luz es propia de Dios por naturaleza, existe fuera del tiempo y del espacio y se hace visible en las teofanías del Antiguo Testamento. En el monte Tabor no se dio ningún cambio en Jesús, pero sí una transformación en los apóstoles; éstos, por la gracia divina, recibieron la facultad de ver a Jesús tal como es: cegador en su luz divina. Adán poseía también esta facultad antes de la caída, y será restituida al hombre en las postrimerías escatológicas. O sea, que la percepción de Dios en su luz increada está ligada a la percepción de los orígenes y del fin, al paraíso de antes de la historia y al eschaton que pondrá fin a la historia. Pero los que se hacen dignos del reino de Dios gozan desde ahora de la visión de la luz increada, como los apóstoles en el monte Tabor.

Por otra parte, y a propósito de la tradición de los monjes egipcios, Palamas afirma que la visión de la luz increada va acompañada de la luminiscencia objetiva del santo. "El que participa en la energía divina se convierte él mismo, de alguna manera, en luz; es unido a la luz y, mediante la luz, ve en plena conciencia todo lo que permanece escondido a aquellos que no han tenido esta gracia" (3).

Palamas se fundamentaba especialmente en la experiencia mística de Simeón el nuevo teólogo. En la Vida de Simeón, escrita por Nicetas Stéthatos, se encuentran algunas indicaciones particularmente precisas que conciernen a esta experiencia. "Una noche en que estaba orando y en que su inteligencia purificada se encontraba unida a la inteligencia primera, vio una luz en lo alto. De repente, esta luz pura e inmensa que provenía del cielo arrojó su claridad sobre él, alumbrándolo todo y produciendo un esplendor parecido al día. Parecía que la casa y la celda donde se encontraba se habían desvanecido, pasando a la nada en un abrir y cerrar de ojos; que el mismo se encontraba arrebatado por los aires y había olvidado enteramente su cuerpo... ". En otra ocasión, "allá arriba, en lo alto, comenzó a brillar una especie de luz de aurora [...]; esa luz se acrecentó poco a poco, iluminando el aire cada vez más, y él se sintió como liberado de su cuerpo y de las cosas terrestres. Y como esta luz, que continuaba brillando cada vez más, hasta convertirse en un sol en el resplandor del mediodía, se posase sobre él, pudo darse cuenta de que él mismo era el centro de la luz; y se llenó de gozo y de lágrimas por la dulzura que desde tan cerca embargaba todo su cuerpo. Y vio la luz unirse a él de una forma increíble, penetrando poco a poco en su carne y en sus miembros [...]. Vio, pues, cómo esta luz acababa por invadirle por completo, hasta llenar su corazón y sus entrañas, hasta convertirle en fuego y luz. Y como le acababa de ocurrir respecto a la casa, también perdió el sentido de la forma, de la actitud, del espesor y de las apariencias de su propio cuerpo" (4).

Esta concepción se conserva hasta el presente en las Iglesias ortodoxas. Citaré, como ejemplo de irradiación corporal, el célebre caso de San Serafín de Sarov (comienzos del siglo XIX). El discípulo que más tarde consignó las "revelaciones" del santo cuenta que le vio una vez tan brillante, que le era imposible mirarle. Y que exclamó: "No puedo miraros, Padre; vuestros ojos proyectan destellos, vuestra cara se ha hecho más resplandeciente que el sol y yo me encuentro mal a fuerza de miraros". Serafín comenzó entonces a orar, y el discípulo consiguió contemplarle. "Os miro y quedo embargado de un piadoso miedo. Imaginad, a pleno sol, en el fragor de sus resplandecientes rayos de mediodía, la cara de un hombre que os habla. Veis el movimiento de sus labios, la expresión cambiante de sus ojos, escucháis su voz, sentís sus manos en vuestros hombros, pero no veis ni las manos ni el cuerpo de vuestro interlocutor; solamente la luz resplandeciente que se propaga hasta algunas toesas alrededor, alumbrando con su resplandor el prado cubierto de nieve y los copos blancos que no dejan de caer" (5). Sería apasionante comparar esta experiencia del discípulo de San Serafín con el relato que hace Arjuna, en el capítulo XI del Bhagavad-Gitâ, sobre la epifanía de Krishna.

Recordemos también que Sri Ramakrishna, contemporáneo de San Serafín de Sarov, se mostraba a veces luminoso o como rodeado por llamas. "Su cuerpo parecía todavía más alto y tan ligero como un cuerpo visto en sueños. Se iba haciendo luminoso, el color moreno de su cuerpo tomaba un tinte muy claro [...]. El color ocre de su vestidura se confundía con el resplandor de su cuerpo, y podía creérsele rodeado de llamas" (Saradananda, "Sri Ramakrisbna, the Great Master", trad. inglesa, segunda edición revisada, p. 825).

Homilía del Obispo Juan de Saint Denis sobre la fiesta del 8 de Septiembre‏

 
NATIVIDAD DE LA VIRGEN
De la Tradición, la Resurrección
y la solidaridad humana 
 
                        Lectura:  Proto-Evangelio de Santiago
 
            "En el día solemne del Señor, Ana, en el colmo de la aflicción, se quitó sus vestiduras de duelo, se vistió con sus vestidos de boda y, hacia la hora nona, descendió a pasearse por el jardín.  Vio un laurel, se sentó bajo sus ramas, y se puso a invocar al Todopoderoso: ‘Dios de mis padres, bendíceme, escucha mi súplica, como Tú bendijiste a Sara en sus entrañas y le diste a su hijo Isaac’.  Y levantando los ojos al cielo vio en el laurel un nido de pájaros, y se puso a gemir nuevamente, diciéndose a sí misma: ‘¡Piedad de mí!  ¿A qué me pareceré?  Ni siquiera a los pajaritos del cielo, porque los pájaros del cielo son fecundos ante Tí, Señor.  ¡Piedad de mí!  ¿A qué me pareceré, pues?  Ni siquiera a esta tierra que aquí ves, porque esta tierra da fruto a su tiempo, y Te bendice, Señor’".
            Ahora bien, he aquí que un ángel del Señor se le apareció y le dijo: "Ana, Ana, el Señor ha oído tu queja.  Concebirás, engendrarás, y se hablará de tu progenitura por toda la tierra".  Ana respondió: "¡Tan cierto como que vive el Señor mi Dios, si doy a luz a un hijo, o a una hija, lo consagraré al Señor, Mi Dios, para que Le sirva todos los días de su vida!".
            Y he aquí que llegó Joaquín, su esposo, con sus rebaños.  Ana, que se encontraba parada en el umbral, corrió hacia él y le dijo: "Ahora sé que el Señor me ha colmado de bendiciones, porque estaba como viuda, y no lo estoy más;  yo era estéril, y mis entrañas van a concebir".  Y fue la primera noche que Joaquín descansó en su casa.
            Luego, cumplidos los nueve meses, Ana dio a luz y le preguntó a la comadrona:  "¿Qué es lo que he dado a luz?”  Esta le respondió: "Una hija".  Ana prosiguió: “¡En este día mi alma fue glorificada!", y acostó a la criatura.  Después de cumplirse los días establecidos, “ella se levantó, se lavó, le dio el pecho a su criatura, y la llamó María”.
            La Iglesia llama "la primera fiesta del año" a la fiesta de la Natividad de la Virgen, porque anteriormente el año comenzaba el primer día de septiembre, y no el primero de enero.  Esto me parece más lógico; nosotros comenzamos nuestra actividad más bien en otoño que a mediados del invierno.  Esta fiesta de la Nueva Alianza está casi olvidada, esfumada en el mundo occidental de nuestros días.  La Inmaculada Concepción, es decir la concepción inmaculada de la Virgen por Ana, su madre, se amplificó considerablemente, mientras que el nacimiento de la Virgen casi no se festeja más.  Y sin embargo es ella quien abre el ciclo de las grandes fiestas de la Encarnación del Cristo.
            La infancia de María, así como sus últimos días en la tierra, no son relatados por ninguno de los cuatro evangelios, ni por los Cánones de las Santas Escrituras.  ¿Cómo conocemos, entonces, los detalles de su nacimiento, de su entrada en el templo, de las circunstancias de su vida desde el comienzo hasta el día de la Anunciación?  En primer lugar, por esa palabra que los hombres exteriores no conocen, pero que los hijos de la Iglesia oyen: la Tradición.  De esta Tradición Nuestro Señor dice: "Todos vosotros sabéis, amigos míos, y yo lo repito a menudo, que si reuniéramos la totalidad de lo que la Iglesia ha anunciado y escrito, no sería sino una gota de agua en el océano de su enseñanza tomada en su plenitud”.  Pero, además de esta tradición oral, no develada, poseemos algunos documentos, el más conocido de los cuales es el Proto-Evangelio de Santiago.  Era leído en Francia y en Bizancio hasta alrededor del siglo VII en las fiestas de la Virgen.  El texto que tenemos hoy, y que cuenta la juventud de María, es del siglo IV;  presumimos que es una compilación de tres o cuatro manuscritos más antiguos.  Aparte de este Proto-Evangelio de Santiago, existen los que llamamos los Apócrifos, que nos dan detalles sobre la natividad de la Madre de Dios.  No voy a repetir lo que habéis oído hoy en esta lectura de los pasajes del Proto-Evangelio de Santiago sobre la venida al mundo de la Virgen.
            ¿Cuál es el sentido de este misterio?  ¿Por qué festejamos esta natividad?  Ciertamente porque María se convirtió en la Madre de Nuestro Dios.  Pero esta fiesta tiene diversos aspectos, y yo querría insistir en uno de ellos, el de la Resurreción.
            En efecto, leemos en la Biblia estas cosas extrañas: que las grandes mujeres, las madres de los grandes seres, a menudo fueron estériles _Sara, Rebeca, Raquel, la madre de Sansón . . ._.  Ana fue estéril durante mucho tiempo, hasta su vejez, y es recién entonces, cuando ya había perdido toda esperanza porque en cierta manera la naturaleza ya estaba debilitada, como una tierra árida, en ese momento, la Bendición divina produce algo análogo a la transfiguración del mundo y a la Resurrección.  Ana se volvió fecunda como los mortales se volverán inmortales, como las cosas corruptibles se volverán incorruptibles.  A través de esta serie de hechos, desde Sara hasta la madre de María, Dios prepara a la humanidad para el segundo milagro de Su economía, la transfiguración y la resurrección de la naturaleza.  El proclama:  Lo que parece imposible es posible;  lo que parece estéril puede volverse fértil;  ¡lo que está muerto resucitará!  Ya lo veis, el nacimiento de la Virgen es el primer gesto de la Resurrección del Cristo, y de la resurrección universal.
            Pero esta natividad está precedida por una larga y dolorosa espera.  Joaquín y Ana no tenían hijos, y la esterilidad era un oprobio entre los judíos.  Para ese pueblo de Israel, siempre a la espera del Mesías, el nacimiento de una criatura era una de las más hermosas bendiciones.  Y he aquí que los justos, los íntegros, los sabios, los iluminados, Joaquín y Ana, alcanzaban la vejez sin descendientes.  ¿Es que Dios quería castigarlos?  ¿Quería Dios abandonarlos?  Ellos soportaban su calvario antes de la resurrección.  Pero María aparece, y la esterilidad reverdece y se convierte en fuente de vida, al igual que la tumba del Cristo.
            Los grandes acontecimientos, las resurrecciones, las transformaciones de las almas, de los pueblos y del mundo entero, se preparan a través de una larga paciencia.  En apariencia nada sucede, y todo se desarrolla como si el incrédulo tuviera razón.  Anunciamos la Segunda Venida del Cristo, la resurrección, la transfiguración del universo, y los siglos pasan.  ¿Se necesitará un millón de años?  Tal vez.  ¿Dos días?  No sé.  Tenemos la impresión de que la promesa divina se aleja, desaparece;  y esto hasta un punto tal que los racionalistas pensaban, al leer las Santas Escrituras y el Evangelio, que Nuestro Señor y Sus apóstoles estaban persuadidos de que todo se cumpliría antes de su muerte.  Jamás dijeron esto.  Pero, aquél que cree y espera sabe que la transfiguración y la resurrección pueden producirse mañana, en un segundo, o en mil años . . .
            ¿Por qué quiere Dios esta espera?  ¿Por qué Joaquín y Ana debían llegar a una edad avanzada --setenta, u ochenta años-- como Sara?  ¿Por qué nosotros los cristianos somos el hazmerreir del mundo cuando hablamos de resurrección universal o de transfiguración, y por qué aquéllos que están afuera pueden clamar: "Anunciad, afirmad, repetid, ¿qué prueba tenéis?".  ¿Mañana?  ¡Y los milenios se suceden!  ¿Por qué esta prueba terrible?  ¿Por qué hay que golpear para que Dios abra;  combatir, buscarlo para encontrarlo?  Pero, y sobre todo, ¿por qué un sufrimiento tan pesado es impuesto más a los justos que a los pecadores?  ¿No podrá el Todopoderoso manifestarse rápidamente, y dejar un cierto consuelo?
            La respuesta está en el dogma de la comunión de los santos.  Joaquín y Ana, Isaac y Rebeca, Abraham y Sara, todos los justos de la tierra, son duramente probados por Dios, no sólo para dar un ejemplo de valor a los demás, sino porque representan a la humanidad y la recapitulan.  Al aproximarnos a Dios, nos aproximamos a nuestros hermanos, y al aproximarnos a ellos tomamos sobre nosotros su pesada carga.  La humanidad antigua suspiró tanto tiempo por el Cristo; Joaquín y Ana esperaron tanto tiempo el nacimiento de María;  desde hace tanto tiempo esperamos la transfiguración de todas las cosas, porque aquéllos que perseveran, llenos de esperanza, van hacia Dios, llevan sobre sus espaldas a todos aquéllos que han perdido la fe.  No son sólo Joaquín y Ana los que engendraron a la Virgen, sino nosotros por ellos, los difuntos y los vivos, los hombres alejados y los que están cerca de Dios.  En ellos la humanidad fue escuchada y se le otorgó;  golpeó, y el Señor abrió;  pidió y recibió.
            Si este domingo no hubiese sido la fiesta de la Natividad de la Virgen, hubiéramos leído el Evangelio de los diez leprosos --que representan la totalidad del mundo-- sanados por el Cristo.  Nueve se fueron sin agradecérselo, sólo el décimo volvió para darle gracias.  Amigos míos, seamos ese décimo leproso, y bendigamos a Dios porque hemos sido escuchados y colmados.  ¿Cuál es el don insigne y la sanación que nos han sido dados?  María.  Ella es el producto y la flor del pasado, del presente y del futuro.  Ya no somos áridos, porque hemos puesto en el mundo al Templo del Señor, la Reina de los cielos, la Perfección de la criatura.  Que nadie se atreva más a decir que es un inútil, o que ha fracasado en la vida.  El hombre puede colocarse ante la Faz de su Maestro y Señor, la Divina Trinidad, y decirle: "Dios mío, soy pecador, pero gracias a nuestra esperanza, nuestra prueba, nuestra fe, podemos ofrecerte la carne de nuestra carne, la sangre de nuestra sangre, el espíritu de nuestro espíritu, el alma de nuestra alma:  María la Virgen.  He aquí nuestra ofrenda incomparable".  Y Dios, contemplando esa obra de arte, puede respondernos: "Yo vengo hacia vosotros, Me convierto en uno de vosotros". 
            A El alabanza y gloria.  ¡Amén!

POKROV: La Protección de nuestra Santisima Señora Madre de Dios...‏


La Protección de Nuestra Santísima Señora Madre de Dios y Siempre Virgen María, conocida en las Iglesias Eslavas como Pokrov (Покровъ, protección) y en las Griegas como Skepé (Σκέπη), es una fiesta de la Madre de Dios celebrada en la Iglesias Ortodoxa. La fiesta celebra la protección concedida a los fieles a través de las intercesiones de la Theotokos (Madre de Dios). Es una de las más importantes fiestas del año litúrgico ortodoxo ruso. En Rusia se celebra como la más importante fiesta después de las Doce Grandes Fiestas (misterios del Señor). La fiesta es conmemorada en toda la Ortodoxia Oriental, pero no tan fervientemente como en Rusia y Ucrania.
La palabra rusa Pokrov, como la griega Skepé tiene un complejo significado. Primero, refiere a una capa o cobija, pero también significa protección o intercesión. Por esta razón, el nombre de la fiesta es traducido de varios modos, como el Velo de Nuestra Señora, el Velo Protector de la Theotokos, la Protección de la Theotokos, o la Intercesión de la Theotokos.

De acuerdo a la Sagrada Tradición Ortodoxa, la aparición de María, la Theotokos ocurrió durante el siglo X en la iglesia del Palacio Blachernae en Constantinopla, donde estaban guardadas varias de sus reliquias (su vestido, velo y parte de su cinturón). El Domingo 1 de octubre a las 4 de la mañana, san Andrés el Bendito Loco de Cristo, quien era eslavo de nacimiento, vio el domo de la Iglesia abierto y a la Virgen María entrar, moviéndose en el aire arriba de él, brillando intensamente y rodeada por ángeles y santos. Ella se arrodilló y rogó con lágrimas por todos los fieles cristianos del mundo. La Virgen Maria pidió que su hijo, Jesucristo, aceptara los rezos de toda la gente atribulada y que buscaba su protección. Una vez que su rezo fue terminado, ella caminó al altar y continuó rogando. Luego, ella extendió su velo sobre toda la gente en la iglesia como protección. San Andrés volteó con su discípulo, san Epifanio, que estaba a su derecha y le preguntó, " ¿Usted ve, hermano, a la Theotokos Santa, rogando por todo el mundo? " Epifanio contestó, " ¡Sí, padre santo, la veo y estoy sorprendido!"

El día de la fiesta de la Conmemoración del milagro se lleva a cabo anualmente el 1 de octubre (14 de octubre en el calendario gregoriano). Se celebra con una Vigilia de toda la noche, con muchos de los mismos elementos que se usan en las grandes fiestas de la Theotokos. Sin embargo, Pokrov no tiene tornafiesta (octava). En el siglo XIV, un peregrino y clérigo ruso llamado Alejandro vio en la iglesia un icono de la Theotokos que rogaba por el mundo, y representando a san Andrés que se colocaba en la contemplación de ella. Según la crónica primitiva de san Néstor el cronista, los habitantes de Constantinopla imploraron la intercesión de la Madre de Dios para protegerlos contra un ataque de una gran flota rusa (Rusia seguía siendo pagana en ese entonces). Según Néstor, la fiesta celebra la destrucción de esta flota en algún momento del siglo IX. El icono de la fiesta representa en su parte superior a la Virgen Maria rodeada por una aureola luminosa. Ella sostiene en sus brazos extendidos un orarion o un velo, que simboliza la protección de su intercesión. A su alrededor y de pie hay numerosos santos y ángeles, muchos de ellos son reconocibles por el religioso practicante y experimentado: los apóstoles, san Juan Bautista, san Nicolás de Myra, etc. Abajo, san Andrés el Loco por Cristo se representa, destacando ante la Virgen María y viendo a su discípulo Epifanio. El 1 de octubre es también la fiesta de san Romano el Melodista, así que lo representan a menudo en el mismo icono, aunque él y el san Andrés vivieron en diversos tiempos. Le representan a menudo directamente debajo de la Virgen María, colocándose sobre un escabel, o en una cátedra, cantando con una voluta. La voluta representan las varias kontakia (himnos) que se han atribuido a él.

Es a esta imagen a la que se encomendó el Principado de Vladimir, logrando la protección frente a las tribus paganas de la aún no cristiana Rusia. El Príncipe de Vladimir le mandó erigir una hermosa iglesia en lo alto de una colina a orillas del río Nerl.

La Bendita Theotokos y la santa Iglesia Ortodoxa...‏



Si los católicos romanos designan gustosamente a María como la Santa Virgen, los cristianos de Oriente la llaman La Madre de Dios o, en griego, la Théotokos.

Esta diferencia nos ilustra la separación entre la Iglesia católica de tradición latina y la Iglesia de Oriente de tradición griega; separación o cisma que, como se sabe, se hizo oficial en 1054. 

Esta diferencia caracteriza más bien a mentalidades y historias específicas de las que son testimonio ciertas formulaciones sobre el lugar y al papel de María en la economía divina.
 
Nos fundaremos sobre la expresión dogmática de la fe y sobre los testimonios patrísticos de la vida espiritual que le es profundamente ligada para iluminar el lugar de María en la espiritualidad ortodoxa.
 
En el origen del nombre Madre de Dios, hay un debate que nos lleva a una cuestión cristológica que fue decisiva. El enunciado de la fe cristiana ha conocido un período de intensa reflexión en el transcurso de los siglos IV y V. Los debates teológicos han concurrido en la elaboración y en la maduración del pensamiento cristiano.
 
Tras las controversias del siglo IV (arrianos en particular) que decidieron el emperador Constantino a convocar el primer concilio ecuménico de la historia cristiana en Nicea en el 325, un debate centrado sobre la persona de Cristo agitó el siglo IV.
 
- ¿Cómo comprender la Encarnación?
 
- ¿Hay dos personas en el Cristo Dios y hombre?
 
Esta crisis es llamada nestoriana, por el nombre de Nestorio, obispo de Constantinopla. Este último oponía los aspectos, humano y divino, de la persona de Cristo. Esta dualidad conllevaba lógicamente que María era solamente la madre del hombre Jesús (Christotokos, la madre de Cristo); ella no podía por consiguiente ser llamada Madre de Dios.
 
Frente a Nestorio, Cirilo, obispo de Alejandría sostenido por el papa Celestino primero, afirmaba la unidad del Verbo encarnado y obtuvo la convocatoria del concilio de Efeso en 431 (III concilio ecuménico). El concilio condenó la doctrina de Nestorius. María fue proclamada "madre del Hijo, consubstancial al Padre" y no del Cristo-hombre como lo querían Nestorio y sus partidarios.
 
Dos años más tarde, en el 433, en un texto llamado a veces "Símbolo de Efeso", Cirilo y su adversario Juan de Antioquía se pusieron de acuerdo en una formulación común: en Cristo, las dos naturalezas, humana y divina, están unidas sin confusión. María es bien la Theotokos. Aquellos que rechazan en María esta cualidad no son verdaderos cristianos, ya que ellos se oponen al dogma de la Encarnación del Verbo.
 
En su libro La fe ortodoxa (libro III, cap. 12), san Juan Damasceno (675-749), uno de los doctores de la teología marial, resume lo esencial de la fe en la Santa Virgen Madre de Dios:
«Proclamamos a la Santa Virgen propiamente y verdaderamente Madre de Dios (...) ya que la Santa Virgen no ha engendrado un simple hombre, sino al Dios verdadero; no desnudo, sino vestido de carne; no como un cuerpo descendido del cielo y transitado por ella como un canal, sino tomando de ella una carne consubstancial a la nuestra (...) Ya que si este cuerpo hubiera venido del cielo y no viniera de nuestra naturaleza, ¿qué necesidad habría de su descendimiento en el hombre.»
 
Este pasaje subraya que la obra salvífica y liberadora de la Encarnación reposa en la realidad del nacimiento de Dios el Verbo en un cuerpo humano. Pero escuchemos la continuación:
«La in-hominización del Verbo de Dios ha venido para que esta misma naturaleza pecadora, caída y corrompida, venza el tirano que nos ha engañado...»
 
El paralelismo entre las dos Evas, que se remonta al siglo II en el filósofo apologista Justino (v. 100-165) ha sido desarrollado por Ireneo de Lyon (130-208). En su célebre obra Contra las herejías (III, 22,4), este último precisa:
«Por lo mismo que Eva, desobedeciendo, devino causa de muerte para ella misma y para todo el género humano, por lo mismo María, teniendo como esposo a aquel que le había sido destinado desde antes, y sin embargo virgen, devino, obedeciendo, causa de salvación para ella misma y para todo el género humano (...) El nudo de la desobediencia de Eva ha sido desanudado por la obediencia de María, ya que la Virgen Eva había atado por su incredulidad, la Virgen María lo 
ha desanudado por su fe.»
 
En el siglo XI, Michel Psellos, humanista bizantino, retoma este tema de una manera gráfica:
«Hasta la Virgen, nuestra raza ha heredado la maldición de la primera madre. Después el dique ha sido construido contra el torrente y la Virgen Santa ha devenido la muralla que paró el diluvio de males (1).»
 
Con la nueva Eva, se abre un nuevo eón, el de la reconciliación. María deviene la Madre de todos los vivos, Eva perfeccionada. Ella es el icono de la Iglesia que recibe el Verbo de Dios por el arrepentimiento. En María, la Iglesia tiene su hipóstasis propia y creada, su perfección se ha realizado ya en una persona humana plenamente unida a Dios, encontrándose más allá de la Resurrección y del Juicio (2).
 
Sin Jesucristo, nuevo Adán, no hay unión posible entre Dios y el hombre; sin María, la humanidad no sería ni salvada ni deificada. El Verbo de Dios se ha vuelto verdaderamente hombre viniendo de una mujer (Gl. 4,4).
 
«A causa de El (Dios) tu has venido a la vida, a causa de El tu servirás a la salvación universal, para que el antiguo designio de Dios, que es la Encarnación del Verbo y nuestra divinización, se realice (3).»
 
La madre de Dios, la "sierva del Señor" es una criatura privilegiada desde antes de su nacimiento. Según el Protoevangelio de Santiago (4), apócrifo del siglo II considerado como una fuente auténtica por Clemente de Alejandría (140-220) o también por Orígenes (185-253), la Virgen ha nacido de una pareja de Justos, Joaquín y Ana. Ultima flor del tallo de Jessé (Is. 11,1), fue llevada por sus padres, a la edad de tres años, al Templo de Jerusalén, el lugar de la Presencia divina (la fiesta de la Presentación de María en el Templo es celebrada en la Iglesia ortodoxa el 21 de noviembre).
 
María es elegida y no predeterminada como lo recuerda también san Juan Damasceno (5). Hija del pueblo elegido, no está ella desligada de la humanidad caída; criatura humana, aunque santificada desde antes de su nacimiento y magnificada bajo la mirada de Dios, ella no está exempta de pecado.
 
La Iglesia ortodoxa no admite la noción de exención planteado por el dogma romano de la Inmaculada Concepción proclamado por el papa Pío IX en 1854 (Bula Ineffabilis Deus). Este privilegio corta a María de sus raíces humanas, disminuye su grandeza natural, su libertad personal, su papel en la salvación del hombre, y debilita la acción salvadora del Verbo por de su encarnación.
 
María es el símbolo vivo de la humanidad frente a su Padre divino. María concibe al hijo porque en ella y sobre ella reposa el Espíritu Santo que participa en la Encarnación.
En el Símbolo de la fe, los fieles proclaman:
«Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre por quien todo fue hecho, que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, descendió de los cielos, se encarnó del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre...»
 
La Encarnación es la obra de dos hipóstasis divinas: enviado al mundo por el Padre, el Hijo se encarna como Persona mientras que el Espíritu Santo participa en la Encarnación a través de la carne que El santifica, haciendo de María el cielo terrestre.
 
«En el tiempo de la Encarnación - dice el teólogo contemporáneo Boris Bobrinskoy - el Espíritu santo es el "Espíritu de la Encarnación", Aquel en quien y por quien el Verbo de Dios hace irrupción en la historia, Aquel que Le prepara un cuerpo humano, templo de la divinidad del Verbo.» (6)
 
Lo que Dios realiza en María, de una manera única y perfecta, él desea realizarlo para todos los hombres. Juan Damasceno, que hemos citado más arriba, afirma que el nombre de Théotokos contiene todo el misterio de la economía divina. En Cristo, Dios perfecto y hombre perfecto, lo que significa para esta naturaleza "todo lo que tenía Adán, salvo el pecado", nuestra curación está ofrecida. Más allá de esta curación que consiste en volver a ser verdaderamente hombre, Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios (7). El "si" de María a la concepción del Hijo de Dios y Salvador, es el "si" de la humanidad a su liberación y a la realización del plan divino. La humanidad, es el Adán total en el cual nosotros somos todos Uno, es por eso Gregorio de Niza (330-395), uno de los tres grandes Capadocios, afirma:
 
«Decir que hay varios hombres es un abuso ordinario del lenguaje... Hay ciertamente una pluralidad que comparten la misma naturaleza humana... pero, a través de todos ellos, el hombre es uno...» (8)
 
Jesucristo se nombre el "Hijo del Hombre", él es el Hijo interior de la Adan-humanidad. María es el único ser humano que haya realizado en ella el Adán total, la única que haya dado nacimiento en ella y en el Adán total al Hijo. La único Esposo del hombre, femenino con relación a Dios, es Dios. (9)
 
En el siglo III, el gran maestro de la escuela de Alejandría que fue Orígenes (185-253) profesó la mística de la virginidad. El movimiento ascético del siglo IV dará a sus puntos de vista un gran vuelo. Orígenes fue uno de los principales creadores del lenguaje místico, la posteridad ha retenido en particular el tema del matrimonio místico. La unión de Cristo y de la Iglesia y la unión del Verbo con el alma son inseparables. Ellos presentan el aspecto colectivo y el aspecto individual de una misma realidad: la una se realiza por la otra y Orígenes pasa de la una a la otra sin transición en su Comentario al Cantar de los Cantares. El ha encontrado la interpretación eclesial de la esposa en la tradición de los dos Testamentos (10), pero parece ser el iniciador de la interpretación individual. En el fondo, cuanto más el alma individual es esposa, más la Iglesia es esposa.
 
Por otra parte, el nacimiento terrestre de Jesús no produce su fruto de salvación que si el Cristo nace espiritualmente en cada uno de sus fieles:
«¿De que me sirve decir que Jesús ha venido solamente en la carne que ha recibido de María, si yo no muestro que él ha venido también en mi carne?» (11)
 
Esta exhortación bajo forma de pregunta ha conocido desarrollos en numerosos espirituales de los siglos siguientes. Así, en el siglo IV, el Capadocio Gregorio de Nisa (330-395), hermano Basilio, autor de un Tratado de la virginidad, dice:
«Lo que se realizó corporalmente en María la inmaculada... esto se realizó también en toda alma que permanece virgen según la razón.» (12)
 
Pero los desarrollos espirituales son particularmente imponentes en Máximo el Confesor (580-662):
«El Verbo de Dios, nacido una vez por todas según la carne, quiere siempre, por amor del hombre, nacer según el Espíritu en aquellos que lo desean. El se hace niño, formándose él mismo en ellos por las virtudes...» (13)
 
En su interpretación del Padre Nuestro precisa:
«El Cristo nace siempre misteriosamente, encarnándose a través de aquellos que él salva: él hace del alma que le da a luz una madre virgen, la cual no lleva, para decirlo en una palabra, como en la relación entre macho y hembra, las marcas de la naturaleza sometida a la corrupción y a la generación.» (14)
 
Por la fe, aquel que deviene cristiano y es bautizado se beneficia de la presencia activa del Espíritu Santo, accede por El a una filiación y a una divinización potencial. La gracia bautismal debe crecer y fructificar. En una proceso sinérgico, el hombre colabora en su salvación entregándose a la ascesis y a la práctica de las virtudes (praktikè), con el fin de acceder, liberada el alma de las pasiones, a la contemplación (théoria) y a la unión. San Máximo sostiene que la fe unida a la practica de las virtudes engendra el Verbo en el alma:
«La Madre del Verbo es la verdad, la fe pura y sin mácula, ella que El había hecho madre aceptando por amor del hombre el nacer en tanto que hombre. Así en nosotros el Verbo crea en primer lugar la fe, a continuación deviene hijo de esta fe en nosotros, 'incorporado' de ella por la práctica de las virtudes.» (15)
 
María no es solamente la mediadora de la salvación, la que intercede por las salvación de las almas, la puerta del cielo o la escala mística de Jacob (Gn 28,12), entre las numerosas cualidades cantadas en los textos litúrgicos, ella es nuestra iniciadora y nuestro modelo. Muchos espirituales atribuyen sus progresos a la intercesión de la Madre de Dios. El célebre San Siluano (1866-1938), monje del Monte Athos o de la Santa Montaña (Hagion Oros), sobrenombrado el "jardín de la Virgen", confiesa en uno de sus escritos:
«Todavía joven novicio, oraba un día ante el icono de la Madre de Dios, y la 'oración de Jesús' entró en mi corazón donde comenzó a ser pronunciada por si misma, sin esfuerzo por mi parte.» (16)
 
Aquel que ora a la Madre de Dios es conducido por ella al amor que ella lleva, a Dios hecho hombre. El monje ruso Serafín de Sarov (1759-1833), testigo de la luz increada, recomienda hacer antes del mediodía la oración de Jesús: "Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten piedad de mi pecador", y dirigirse después del mediodía a la Virgen María: "Santa Madre de Dios, sálvame pecador".
 
María inicia a la oración de Jesús, vía de oración cuya tradición permanece todavía viva en el mundo ortodoxo, tanto en los sacerdotes como en los laicos, y más allá del mundo ortodoxo desde hace algunas decenas de años. Para los fieles, es por la oración de Jesús, la invocación-recuerdo continuo del santo Nombre del Salvador en el corazón, como se purifica el alma y la inteligencia (noús), como se hace humilde y disponible a la recepción del don del Espíritu Santo.
La oración del corazón está ligada al método de oración hesycasta, del griego hesychia, que puede traducirse por quietud, paz interior o recogimiento. San Juan Clímaco (klimax significa escala en griego), higúmeno del monasterio de Santa Catarina del Monte Sinai, en los siglos VI y VII, definió el hesycasmo ligando por primera vez los tres términos siguientes: memoria de Jesús, dominio del aliento y hesychia. En el vigésimo séptimo grado de su libro la Escala Santa, el exhorta a su lector:
«Que el recuerdo de Jesús sea uno con tu aliento y entonces tu conocerá la utilidad de la hesychia... ya que la hesychia es un culto y una presencia en Dios continuos.»
 
Según Juan, el hesycasmo requiere el silencio, la soledad, un espacio restringido.
 
Un apotegma de los Padres del desierto (siglo IV) relata la respuesta de un Padre espiritual (Abba) a aquel que le pregunta sobre la utilidad de la Hesyquia.
 
«El abba dice que aquel que vive en el recogimiento tiene necesidad de tres obras: el temor continuo de Dios, implorar con perseverancia y que su corazón no se relaje del recuerdo de Dios.» (17)
 
La Madre de Dios fue la primera persona humana en pronunciar el divino nombre de Jesús, "nombre por encima de todo nombre, a fin de que en nombre de Jesús, toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y bajo tierra" (Fil. 2 9-11), que le fue revelado por el arcángel Gabriel (Luc. 1,31).
 
A propósito de esta oración del Nombre, dos monjes hagioritas (de Hagion Oros, la santa montaña del Athos) del siglo XIV, Calisto e Ignacio Xanthopouloi, cuyos escritos están recogidos en la Filocalia, antología de textos ascéticos y místicos del siglo IV al XIV, prestan esta cita a san Juan Crisostomo (354-407):
«Persevera sin descanso en el nombre del Señor Jesús, con el fin de que el corazón absorba al Señor, que el Señor absorba al corazón, y que los dos se hagan uno.»
 
Ante el icono de la Virgen orante o Virgen del Signo (Is. 7, 13-14), aquella que es más vasta que los Cielos porque contiene a Aquel que los ha creado, nosotros vemos lo que todos nosotros estamos llamados a realizar.
 
Nuestra alma oscurecida y confusa por las pasiones puede y debe volverse virgen para ser digna de la unión con el Esposo divino. Que seamos hombre o mujer, debemos considerarnos como una esposa. Cada uno de entre nosotros puede devenir una "micro-iglesia", una pequeña iglesia, un templo del Espíritu Santo, un icono de la Madre de Dios. Jesús es el "camino" y la "puerta", María es la primera, ella se adelanta a la humanidad. Cada uno es llamado a seguir a aquella que es una hagiofanía, la santidad personalizada. Esto, hasta su nacimiento en el cielo, designado por el nombre de Dormición (Koimesis).
 
En verdad, no se sabe nada de la muerte de María, ni la fecha, ni el lugar. Si se exceptúa el "signo" de la Mujer y del dragón, que es objeto del capítulo 12 del Apocalipsis, donde es permitido el reconocer una imagen del destino final de la madre del Mesías, el Nuevo Testamento no contiene alusión a la Asunción de la Virgen. Esta aparece en la historia bajo la cobertura de tradiciones apócrifas (18).
 
Un texto atribuido a Meliton de Sardes (siglo II), el Transitus, describe una tumba nueva, al Oriente de Jerusalén: en la entrada del valle de Getsemaní, donde Pedro, siguiendo ordenes de Jesús, habría depositado el cuerpo y no el cadáver. En efecto, muy pronto se impuso el hecho de que la corrupción no podía alcanzar a la que fue el receptáculo del Verbo encarnado, de ahí la expresión de Dormición.
 
Las tres homilías sobre la Dormición compuestas en el siglo VII por Juan Damasceno son uno de los principales testimonios de la tradición según la cual la Madre de Dios fue elevada al cielo en alma y cuerpo (19).
 
«¡Oh, el incomparable pasaje, que te vale la gracia de emigrar hacia Dios! Ya que si esta gracia es dada por Dios a todos los servidores que tienen su espíritu - ya que ella les es donada, la fe nos lo enseña -, de todas maneras la diferencia es infinita entre los esclavos de Dios y su Madre. Entonces ¿como llamaremos nosotros a este misterio que se cumple en ti? ¿una muerte?. Pero si, como lo quiere la naturaleza, tu alma toda santa y bienaventurada es separada de tu cuerpo bendito e inmaculado, y si este cuerpo es liberado a la tumba siguiendo la ley común, sin embargo él no permanece en la muerte y no es destruido por la corrupción. Para aquella cuya virginidad ha permanecido intacta en el alumbramiento, al comienzo de esta vida, el cuerpo se ha mantenido sin descomposición, y situado en una morada mejor y más divina, fuera del alcance de la muerte, y capaz de durar por toda la infinidad de los siglos.» (I, 10)
 
María entrada en la gloria, al lado de su Hijo, ejerce su papel de intercesión universal. ¿Es posible sacar conclusiones? A la luz de los Padres, diremos que María, es la humanidad, es la Creación misma que realiza su vocación: traer al mundo a su creador para ser desposada por El y unida a El sin confusión.
 
De san Gregorio Pálamas (1296-1359), teólogo de la visión de la luz increada y defensor de los monjes hesycastas, relatamos esta última cita:
«Queriendo crear una imagen de la belleza absoluta y manifestar claramente a los ángeles y a los hombres la potencia de su arte, Dios ha hecho verdaderamente a María totalmente bella. El ha reunido en Ella las bellezas parciales que El ha distribuido a las otras criaturas y la ha constituido como el común ornamento de todos los seres visibles e invisibles; o mejor, ha hecho de Ella como una mezcla de todas las perfecciones divinas, angélicas y humanas, una belleza sublime embelleciendo los dos mundos, elevándose de la tierra hasta el cielo y sobrepasando incluso este último.» (20)
 
Es tiempo de volver al silencio, "misterio del mundo por venir" según Isaac el Sirio (siglo VII), para el honrar a aquella que es "mas venerable que los querubines e incomparablemente más gloriosa que los serafines". (21)
 
NOTAS
1. Homélie sur l'Annonciation, citada en M. Lot-Borodine, "Le dogme de l'Immaculée Conception à la lumière de l'Eglise de'Orient", Irénikon, t. LXVII (1994), nº 3, p. 337:
2. V. Lossky, Théologie mystique de l'Eglise d'Orient, Aubier, Paris, 1980, p.190.
3. Juan Damasceno, Sobre la Natividad.
4. Protoevangelio significa que el texto relata acontecimientos anteriores a los de los evangelios canónicos. El Protoevangelio de Santiago se dice que ha sido escrito por Santiago el Menor, hermano de Jesús según el Evangelio, medio hermano según el texto. Texto escrito a mitad del siglo II, su existencia está atestiguada por Justino, Orígenes y Clemente de Alejandría. Contiene la mas antigua recensión del nacimiento de María y de su presentación en el Templo. Los iconos de la Presentación en el templo se inspiran en el. Eusebio, Atanasio y Juan Crisóstomo consideran el Protoevangelio como un testimonio auténtico para sostener la virginidad de María. Tras el alumbramiento, Salomé, una mujer-sabia que dudaba de la virginidad, quiso verificar y retiró su mano quemada lo cual la convenció: "Y Salomé puso su dedo en su naturaleza y, dando un grito, dijo: '¡maldición a mi impiedad y a mi incredulidad! ¡He tentado al Dios vivo! Y he aquí que mi mano se deshace bajo la acción del fuego' (20, 1)".
Este texto sirve también para explicar la presencia de hermanos de Jesús: José era viudo de un primer matrimonio del que había tenido hijos (9, 2).
5. Juan Damasceno, Sobre la Natividad, libro II, cap, 30.
6. B. Bbrinskoy, Le Mystère de la Trinité, Cerf, Paris, 1986, p. 93.
7. Cf. por ejemplo san Ireneo de Lyon, Contra las herejías, III, 10,2; 16, 3. Cerf, Paris, 1991.
8. Que no hay tres Dioses, P.G. 45, 117.
9. Annik de Souzenelle, Jean Mouttapa, La Parole au coeur du corps, Albin Michel, Paris, 1993, pp. 112-113.
10. Ef. 5,22-23; Ap. 20, 7-9; 21, 2 y 9. Cristo es a veces llamado Esposo sin que la esposa sea señalada: Mt 9, 15; 22, 12.
11. Homilías sobre el Génesis.
12. II, 2.
13. Centuries sur la Théologie, en La Philocalie, t. I, Desclée de Brouwer- J. -C. Lattès, Paris, 1995, 8, p 460.
14. Ibid., p. 556.
15. Question à Thalassios, 14, Editions de l'Ancre, Suresnes, 1992, p. 161.
16. Archimandrite Sophrony, Starets Silouane moine du Mont Athos, Vie-Doctrine-Ecrits, Presence, Sisteron, 1973, p. 356.
17.- Les apophtegmes del Pères I-IX, Collection systématiqeu, 1, Sources Chretienes 387, Cerf, Paris, 1993.
18. Ascension d'Isaïe, fin del primer siglo; Odes de Salomon, segundo siglo; Oracles sybillins, segundo y tercer siglos.
19. La Iglesia ortodoxa no impone el dogma sobre esta cuestión. Por el contrario, el primero de noviembre de 1950, en la Constitución apostólica Munificentissimus Deus, el Papa Pío XII ha proclamado el dogma que ha transformado esta tradición antigua en una verdad ligada a la fe católica: "Es un dogma revelado por Dios que María, la Inmaculada, Madre de Dios siempre virgen, al fin de su vida terrestre, ha sido elevada en alma y en cuerpo a la gloria celeste". Se observa que el texto no dice: "tras la muerte de María". Su muerte permanece como un punto oscuro. Sin embargo, estando exempta de falta, ella no debería sufrir su consecuencia inevitable. En la liturgia ortodoxa de la fiesta de la Dormición (primera fiesta marial decretada obligatoria por el emperador Mauricio al final del siglo VI), el tropario canta: "En tu maternidad tu has guardado tu virginidad, después de tu Dormición, tu no has abandonado el mundo o Madre de Dios. Tu has pasado a la vida, tu que eres Madre de la Vida".
El 15 de agosto es festejado como una segunda Pascua, la Resurrección de aquella que, antes del Juicio final, antes de la Resurrección general, está unida a Cristo. Lo que es realizado por María está previsto en el plano divino para cada uno de nosotros.
20. Homilía para la fiesta de la Dormición, citada en V. Lossky, op.cit., p191.
21. Respuesta intercalada entre cada versículo cantado del Magníficat (Lc 1,46)-55).

La Divina Liturgia de la Santa Iglesia Ortodoxa: Revelación de la Santisima Trinidad para su Iglesia...


"Άξιον εστίν ως αληθώςμακαρίζειν σε την Θεοτόκον,
την αειμακάριστον και παναμώμητονκαι μητέρα του Θεού ημών.
Την τιμιωτέραν των Χερουβείμ καιενδοξοτέραν
ασυγκρίτως των Σεραφείμτην
αδιαφθόρως Θεόν Λόγον τεκούσαν,
την όντως Θεοτόκον, Σε μεγαλύνομεν".

Verdaderamente es digno bendecirte, oh Progenitora de Dios,
siempre bienaventurada y purísima Madre de nuestro Dios.
Tú eres, más venerable que los Querubines
e incomparablemente más gloriosa que los Serafines;
tú que que sin mancha diste a luz al Verbo Dios.Verdaderamente eres la Madre de Dios.A ti engrandecemos.

No muy lejos de Karyes, la capital del Monte Athos, en dirección del Monasterio de Pantocrator, vivían un gerontas virtuoso y su joven discípulo. Un sábado por la noche, dejando solo a su discípulo, el anciano se marchó a la Vigilia celebrada, como cada semana, en la iglesia de Protaton.

Al caer la noche, un monje desconocido tocó a la puerta y el discípulo lo acogió. Al amanecer, se encontraron en la capilla para cantar juntos los Oficios de Orthros; pero cuando llegaron a la novena oda, mientras el discípulo entonaba el himno "Más venerada que los Querubines" frente al icono de la Madre de Dios, el huésped lo hizo preceder de las siguientes palabras: «Digno es verdaderamente exaltarte, Madre de Dios, siempre bienaventurada e Inmaculada, Madre de nuestro Dios...»

Sorprendido al oír por primera vez este canto, el discípulo le pidió a su huésped que se lo escribiera, y el monje desconocido, como no encontrara una hoja de papel, grabó el himno de su propia mano, y sin dificultad, sobre una placa de piedra. Y, antes de desaparecer, añadió: «A partir de hoy, todos los Ortodoxos canten así este himno a la Madre de Dios.»

Invitación al martirio: Orígenes de Alejandría


Orígenes de Alejandría nos dice:
"Si hemos pasado de la muerte a la vida, al pasar de la incredulidad a la fe, no debemos extrañarnos de que el mundo nos aborrezca. Todo aquel que no ha dado este paso de la muerte a la vida, sino que permanece en la muerte, es incapaz de amar a los que han pasado de la casa tenebrosa de la muerte, por así decirlo, a los edificios de la luz de la vida, hechos de piedras vivas. Jesus dio su vida por nosotros, y por eso nosotros debemos dar la nuestra, no digo solamente por él, sino también por nosotros mismos, y pienso que aun por aquellos a quienes nuestro mártirio será motivo de edificación. Ten presente, cristiano, que ha llegado para nosotros el momento de gloriarnos. Dice en efecto, el Apóstol: "Y más aun, nos gloriamos hasta en las tribulaiones, sabiendo que la tribulación engendra constancia; la constancia, virtud acrisolada; y la virtud acrisolada, esperanza; y esta esperanza no defrauda. Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado." Aceptemos con entusiasmo los sufrimientos de Cristo pues es cierto que los sufrimientos de Cristo rebozan sobre nosotros, también por Cristo reboza nuestro consuelo; y que abunden sobre nosotros estos sufrimientos, si es que deseamos aquel consuelo prometido a todos los que lloran, el cual seguramente superará los sufrimientos, ya que, si hubiera una exacta proporción, no estaría escrito: "Si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebozan sobre nosotros, también reboza nuestro consuelo". Los que estan asociados a los sufrimientos, en la medida en que compartan la pasión de Cristo, estarán asociados a su consuelo. Así lo habéis aprendido del apóstol que dice, lleno de confianza: "Sabemos que como participáis en el sufrimiento, también participáis en el consuelo." Dice Dios por boca del profeta: "En el tiempo de gracia te he respondido, en el día de salvación te he auxiliado." ¿Y qué mejor tiempo de gracia que aquel en que, por nuestro amor a Dios en Cristo, somos conducidos públicamente bajo custodia en este mundo, en realidad como vencedores más que como vencidos? En efecto, los mártires de Cristo despojan con el a los principados y potestades, con Él triunfan sobre los mismos y, de este modo, al participar en su sufrimiento, tienen parte en lo que el alcanzó por su fortaleza en padecer. Por tanto, el día de salvación no es otro que aquel en que de este modo salís de este mundo. Tened presente, con todo, esta recomendación que os hago: A nadie deis nunca motivo de escándalo, a fin de no hacer caer en descrédito nuestro ministerio, antes al contrario acreditaos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios, por vuestra mucha constancia, diciendo: Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza. "

Doctrina de la Santisima Trinidad en la Iglesia Ortodoxa...‏

La primera y fundamental verdad del cristianismo es la existencia de un solo Dios eterno e infinito, creador de todo cuanto existe: los ángeles, el mundo y los hombres. Es la causa increada y primera de todas las cosas. Dios es uno en esencia, mas Trino en persona. En Dios hay tres personas divinas, distintas en cuanto a personas, pero que poseen una misma esencia o naturaleza: Padre-Hijo-Espíritu Santo. Su explicación es un misterio insondable para la razón humana, pero este misterio no está en oposición a la misma razón. El Hijo, la segunda persona, nace del Padre, y también de éste procede el Espíritu Santo, más cada una es Dios. Dios creó al hombre en el Paraíso Terrenal, totalmente feliz, compuesto de un cuerpo mortal y material, y de un alma espiritual e inmortal. Toda alma humana es creada directamente por Dios. En el Paraíso el hombre se rebeló contra Dios pecando. Consecuencia de ello, todos nacemos con el pecado original, que nos priva de la gracia y amistad divina, y condenados al dolor y la muerte.
La finalidad del hombre sobre la tierra es conocer, amar y servir a Dios en este mundo, y después gozarle en el cielo eternamente. El pecado original sólo se borra por medio del Bautismo. Dios, en su ser mismo, en su providencia, en su Encarnación, en su presencia en la Iglesia y en su última manifestación al fin de los tiempos, es el objeto único que los santos conocen y que los teólogos buscan expresar en sus fórmulas, particularmente importantes para comprender la Teología Ortodoxa, en su conjunto.

Estos dos aspectos — que se remontan incuestionablemente a los Padres griegos — son la Trascendencia absoluta y el carácter trinitario del ser divino. Este carácter de la teología y de la espiritualidad ortodoxas está íntimamente ligado al sentido patrístico de la trascendencia de Dios como Esencia única, Dios permanece incognoscible, más se revela como Trinidad. El Dios de la Biblia es conocido en la medida en que El es el Dios viviente y operante. Aquel al cual se dirige la oración de la Iglesia, Aquel que ha enviado a su hijo para la salvación del mundo. Absolutamente trascendente e incognoscible, Dios se ha revelado en Jesucristo, "en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad" (Col. 11:9).

Para la prueba de la existencia de Dios, existen numerosas demostraciones, tales como: la existencia de las cosas, el orden del mundo, la perfección de la creación, el movimiento del mundo, la necesidad psicológica que se siente de un ser superior, las injusticias de este mundo, la creencia de todos los pueblos en todos los tiempos, exigen una causa, piden la existencia de un ser que les dio existencia. Ese ser sólo puede ser Dios.

La Divina Liturgia: Tesoro de la Iglesia Ortodoxa...‏


La eucaristía no es sólo Sacramento, sino también Sacrificio, en el cual se ofrece el mismo Jesucristo como víctima propiciatoria. Es el mismo sacrificio de la Cruz, por el cual Cristo satisfizo al Eterno Padre por los pecados de la humanidad, pero realizado en nuestros altares por los Sacerdotes de una manera incruenta, pero real. Esencialmente es el mismo sacrificio de la Cruz. Durante el mismo tiene lugar la Consagración del Pan y del Vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Esta Consagración no sólo se efectúa por las palabras de Cristo en la Ultima Cena: "Tomad y Comed... Bebed todos...," sino que es condición esencial la "Epíclesis," u oración de invocación al Espíritu Santo para que se realice la transmutación. Esta, por tanto, se obra bajo la invocación de las tres Divinas Personas: toda la Trinidad. ¿Cómo se realiza la Transmutación? Solo sabemos que es un misterio. No es una "transubstanciación," sino una "Transmutación" (Metabolí). La Transmutación, como hemos dicho, es un misterio!. "La Iglesia Ortodoxa, siguiendo fielmente el S. Evangelio y la práctica cristiana usada en sus comienzos, admite y enseña la Transmutación (Metabolí) del pan y del vino de la Sda.
Eucaristía en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo por virtud del Espíritu Santo, y enseña que el modo de tal Transmutación es un misterio del todo impenetrable e
incomprensible al entendimiento humano, como aquel de la Creación, de la Encarnación y el de la Trinidad." La Eucaristía es el centro de toda vida cristiana y litúrgica ortodoxa, y todos los oficios religioso miran hacia ella.
Desde los tiempos apostólicos se ha rodeado su culto de ritos y ceremonias, los más solemnes y espirituales, usando para el acto de la celebración de la Eucaristía cuatro Liturgias o Anáforas:

1) La Liturgia de Santiago, la más antigua y larga de todas las liturgias;
2) La de San Basilio (siglo IV), más corta que la anterior, celebrada 10 veces
por año, los Domingos de Cuaresma;
3) La de San Juan Crisóstomo, más breve que la anterior y la más usual de todas las liturgias, celebrada los Domingos y fiestas de guardar: y
4) La de San Gregorio o de los "Dones Presantificados," celebrada los Miércoles y Viernes de Cuaresma. En esta Liturgia los elementos Eucarísticos son consagrados el domingo anterior. Resumiendo, diremos que la Santa Liturgia es el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre de N. S. Jesucristo ofrecido en nuestros altares en memoria del Sacrificio de la Cruz. La Liturgia la ofrecemos por motivos:

1) Para glorificar a Dios;
2) Agradecerle sus favores y dones;
3) Solicitar su gracia y
4) Obtener su perdón para los vivos y difuntos.

Explicando la Fe Ortodoxa...‏

En esta "Profesión de fe," se resume cuanto hemos dicho acerca del dogma y la doctrina cristiana ortodoxa. En todo ello la fe, esa condición del alma humana que nos ayuda a ver más allá de lo sensible, esa luz de la razón, se eleva en un eterno canto a la esperanza de un mundo mejor: de un mundo cristiano.

— Nosotros creemos que N. S. Jesucristo ha instituido una sociedad religiosa, jerárquica y visible: la Iglesia (Mat. 16:17-20); 18:18; 28:18-20; Juan 20:21-23).
La Iglesia continúa la obra comenzada por Jesucristo, prolongándose en el tiempo y extendiéndose en el espacio la Presencia del Verbo Encarnado. Por Ella, la vida divina es comunicada a las almas. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo (Efes. 1:22; Colos. 1:24).

— Nosotros creemos que N. S. Jesucristo ha transmitido a sus Apóstoles (Marc. 3:13- 20), el triple poder:
a) De Magisterio (Mat. 28:19-20; Luc. 10:16).
b) De Orden y de Santificación de las almas (Mat. 28:18-20; Luc. 22:19; I Cor. 4:1).
c) De Gobierno y de Juicio (Mat. 28:18-20; Jn. 20:12-23; Act. 15:28).

En esta "Profesión de fe," se resume cuanto hemos dicho acerca del dogma y la doctrina cristiana ortodoxa. En todo ello la fe, esa condición del alma humana que nos ayuda a ver más allá de lo sensible, esa luz de la razón, se eleva en un eterno canto a la esperanza de un mundo mejor: de un mundo cristiano.

— Nosotros creemos que N. S. Jesucristo ha instituido una sociedad religiosa, jerárquica y visible: la Iglesia (Mat. 16:17-20); 18:18; 28:18-20; Juan 20:21-23).
La Iglesia continúa la obra comenzada por Jesucristo, prolongándose en el tiempo y extendiéndose en el espacio la Presencia del Verbo Encarnado. Por Ella, la vida divina es comunicada a las almas. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo (Efes. 1:22; Colos. 1:24).

— Nosotros creemos que N. S. Jesucristo ha transmitido a sus Apóstoles (Marc. 3:13-
20), el triple poder:
a) De Magisterio (Mat. 28:19-20; Luc. 10:16).
b) De Orden y de Santificación de las almas (Mat. 28:18-20; Luc. 22:19; I Cor. 4:1).
c) De Gobierno y de Juicio (Mat. 28:18-20; Jn. 20:12-23; Act. 15:28).

-Nosotros creemos, conforme a la enseñanza constante de la Iglesia, que los poderes de los Apóstoles han sido transmitidos a sólo los Obispos, sus sucesores en el curso de los siglos (Act. 20:28, Clemente de Roma, Cor. 42-44, Ignacio de Antioquía, Efes. 4:1; Magn. 6:1; Trall. 2:1; 13:2; Fil. 4, etc.).


Ireneo de Lyón dijo: "La Tradición de los Apóstoles, manifestada en el mundo entero, es visible a cada Iglesia para que todos aquellos que quieren ver la verdad, y nosotros podemos nombrar aquellos que los Apóstoles han establecido como Obispos en cada Iglesia, así como sus sucesores hasta nuestros días" (Adv. Haereses 3:3; Tertuliano, De Praescript. 32).

— Nosotros creemos que N. S. Jesucristo es el único Jefe de la Iglesia (Mat. 28:20;
Efes. 2:20; Colos. 1:18).

— Nosotros creemos, conforme a la enseñanza de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres de la Iglesia, que todos los Apóstoles eran iguales, y que todos los Obispos, sus sucesores, han recibido los plenos poderes divinos de atar y desatar (Mat 18,18; Jn. 20:21-23); Cipriano de Cartago dijo: "Es cierto que los otros Apóstoles eran, ellos mismos también, lo que era San Pedro: investidos del mismo grado de honor y de los plenos poderes" (De Eccl. Unit. 4; S. Ambrosio de Milán, De Incarn, 4:32; León de Roma, Serm. 4:3; San Agustín de Hipona, Serm. 118; Gregorio de Roma, Litter. 25:1y 30:7; etc.).

— Nosotros creemos que, sólo la Iglesia Ecuménica o Universal, es infalible. Ella únicamente es "la columna y fundamento de la verdad" (1 Tim. 3:15); el Espíritu Santo la conduce "hacia la verdad total" (Jn. 16:13); "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mat. 16,18); "Ella es la misma boca de Cristo" (Hilario de Poitiers, De Trin. 7); "La Infalibilidad reside únicamente en la universalidad de la Iglesia unida en el amor; la inmutabilidad del dogma como la pureza del rito están confiados a la guarda, no de una jerarquía, sino de todo el pueblo eclesiástico, el cual es el Cuerpo de Cristo"
(Respuesta de los cuatro Patriarcas Ortodoxos al Papa de Roma, Pío IX, 1848).

— Nosotros creemos que la unidad esencial de la Iglesia, unidad de Fe, no excluye la existencia de Iglesias autocéfalas o autónomas ("La Iglesia Universal está compuesta de numerosas Iglesias," S. Agustín de Hipona, De Civit. Dei. 13:12).

— Nosotros creemos que el Episcopado pertenece a la esencia misma de la Iglesia; también mantenemos y perpetuamos, en la sucesión de los Apóstoles, las Ordenes del Episcopado del Presbiterado y del Diaconado, "órdenes sin las cuales no hay Iglesia" (Ignacio de Antioquía, Trall. 3:2).

— Nosotros creemos que los títulos de Arzobispo, Primado, Patriarca, son títulos honoríficos. Sus atribuciones establecidas por los Santos Concilios, tienen por fin el concurrir al bien de la Iglesia y de mantener la unidad.

— Nosotros creemos, en razón del cisma del Patriarcado de Roma, que el Patriarca de Constantinopla posee el Primado de Honor conferido a esta Sede por los Concilios de Constantinopla (Canon 3) y de Calcedonia (Canon 28).
— Nosotros creemos y mantenemos íntegramente la doctrina
de la Iglesia Una e Indivisible: "Lo que es creído por todos, siempre, y en todas partes; porque ello solamente es verdadero y a justo título, católico" (Vicente de Lérins, Com. 2:4).
— Nosotros creemos y reconocemos la autoridad de la Santa Escritura, divinamente
inspirada (2 Tim. 3:15-17), de la Santa Tradición (2 Tim. 2:2) "Lazo vivo con la
experiencia eclesiástica en su plenitud," del Símbolo de Nicea Constantinopla (sin la añadidura del "Filioque"), de las definiciones de los 7 Concilios Ecuménicos.
— Nosotros creemos que los Sacramentos han sido instituidos por Cristo para ser los canales de la Gracia Divina (El Misterio o Sacramento es un acto santo en el cual, bajo el signo visible, la invisible Gracia de Dios es comunicada al fiel. Confes. Ortodoxa).
Estos Sacramentos son en número de 7:el Bautismo (Mat. 28,19; :Jn. 3,5; Tito 3:5); la Confirmación (Act. 8:14-17); la Eucaristía (Luc. 22:19-20; Jn. 6:48-59; I Cor. 11:20- 30); la Penitencia (Jn. 20:22-23; Act. 19:18), el Orden (Luc. 22:19-20; I Tim. 5:22; 2 Tim. 1:6-14); el Matrimonio (Efes. 5:32); la Unción de las enfermedades (Sant. 5:14- 15).

— Nosotros creemos que el culto de la Iglesia tiene por centro la celebración de la Santa Eucaristía (Divina Liturgia o Misa). Ella es la representación y la actualización del Sacrificio Unico de la Cruz ("El sacrificio visible es el sacramento del sacrificio invisible." San Agustín de Hipona. De Civit. Dei. 5). "Cada vez que en memoria de la Pasión se celebra este sacrificio, es la obra de nuestra Redención que se cumple" (Secreta del 9° Domingo después de Pentecostés). Cristo, realmente presente bajo las especies de pan y de vino, es fuente de vida inacabable para su Iglesia. La Comunión es siempre dada a los fieles bajo las dos especies de pan y vino (Mat. 26:28).

— Nosotros creemos que la administración de los Sacramentos es siempre gratuita:
"Vosotros habéis recibido gratuitamente, dad gratuitamente," dice el Señor (Mat. 10:8).

— Nosotros creemos que según la enseñanza de las Escrituras (1 Tim. 3) y la Tradición primitiva, la Iglesia autoriza el matrimonio de los sacerdotes seculares (antes de la recepción del diaconado; es el esposo quien se acerca al sacerdocio y no el sacerdote quien se casa), más reconoce la excelencia del celibato y de la vida monástica (eremítica o cenobítica, Mat. 19:21; I Cor. 7).

— Nosotros creemos que, fiel al Testamento Supremo de Cristo, la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa trabaja por la paz y la unidad de todos en la verdad y el amor" (Jn. 13:14-35).