viernes, 29 de noviembre de 2013

El Espíritu de la Ortodoxia....‏


"El espíritu de Ortodoxia": esta expresión usada a menudo indica unidad, armonía interna que se encuentra en ella. Es difícil captar a ese espíritu, definirlo, decir en que consiste. De misma manera, o posiblemente con más dificultad que definir el espíritu de protestantismo o catolicismo. Pero tenemos el derecho de plantear la pregunta en otra forma: ¿De qué depende el espíritu de Ortodoxia, como se crea? ¿Es el término medio de la suma de numerosos caracteres de la confesión ortodoxa, de manera semejante a como se habla del espíritu de una ciudad, de un país, o es la expresión de la idea que se encuentra en la base misma de la Ortodoxia? Diciendo de otra manera, ¿constituye la misma Ortodoxia una suma de conocimiento y experiencia espiritual, históricamente acumulada, o en su ser ella misma es la idea, una serie de ideas, que sirve para la plenitud de Ortodoxia, como la raíz, para el tronco y las ramas?

Ya la palabra misma: "Ortodoxia" o la "verdadera glorificación," habla de la idea y la nombra. ¿Qué idea? Puede ser formulada de distintas formas, pero ya mencionada la noción histórica sobre el uso antiguo de ese término, y su filología, hablan que esa idea es ante todo la verdad: la búsqueda de la verdad, la fidelidad a ella, y su conservación: "Conozcan la verdad y la verdad os liberará." "Busquen ante todo a Reino de Dios y Su Verdad, y todo otro se os agregará."

La búsqueda de la verdad y la fidelidad a ella — es el signo fundamental de Ortodoxia. Y ese principio de la verdad en la Iglesia Ortodoxa en su historia, en sus actos, siempre se aceptaba (y existía en realidad) como fundamental, decisivo, cardinal. "No la universalidad, sino la verdad." Ni el peligro del cisma eclesiástico, ni la autoridad jerárquica, científica, teológica o cualquier otra, ni la presión del poder del estado, ni hasta la autoridad de Concilio — nada podía parar a ese elemento de la Iglesia, que como una potente corriente marina que imparable tendía hasta el fin de la adoración y victoria de la verdad Cristiana.

Así fue en la época de monofisismo, cuando el Santo Monje Máximo el Confesor no abdicó de la defensa de la enseñanza Ortodoxa, teniendo como oponente a 3 patriarcas y al emperador, así fue también, durante el período de 100 años de Iconoclasta.

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