En las iglesias bizantinas, hay una
separación entre la parte reservada al clero, el santuario, y la nave
destinada a los fieles. Consiste en una pared divisoria, comúnmente de
madera, recubierto de iconos, llamada iconostasio.Siempre ha de tener
tres puertas entre las que sobresale en importancia la central, llamadas
puertas reales por las que solo entran los sacerdotes, pudiendo pasar
solo si están revestidos de ornamentos litúrgicos y en los momentos
determinados por las rúbricas. La otra puerta, por donde entra y sale el
diácono para incensar el templo y entonar las grandes letanías, se
llama Diakonikon. Por esta puerta salen los celebrantes en las dos
procesiones que caracterizan la liturgia bizantina mientras se dirigen a
las puertas reales por las que entran en la parte interior del
santuario donde se celebra la Eucaristía. Las puertas reales tienen
pintado el icono de la Anunciación, por ser este episodio
evangélico la puerta del misterio y de los misterios de Cristo. También
suele pintarse en ella la imagen de los cuatro evangelistas porque es
el lugar desde donde se proclama solemnemente y comenta el Santo
Evangelio.A ambos lados de las puertas reales se encuentran los iconos
de Cristo y de la Virgen, a sus lados se pueden colocar otros
iconos.Sobre las puertas reales del iconostasio, se encuentra la imagen
de Cristo Sacerdote, Maestro y Juez y a sus lados la Virgen y San Juan
Bautista en actitud orante de súplica de intercesión (en griego Deisis).
A sus lados se van representando en fila los Angeles, los Apóstoles y
otros Santos, para indicar toda la iglesia celeste que participa en la
liturgia de la iglesia de esta tierra.A veces en el centro, a la altura
de las puertas reales, se encuentra el icono de la Santa o mística Cena,
misterio que representa la Eucaristía, enmarcada entre las doce grandes
fiestas del año litúrgico bizantino. Hay
también otras variantes. En las iglesias bizantinas antiguas, por
ejemplo la de Dafne en Grecia, las principales escenas de las que
servían de marco y eran la base de las celebraciones litúrgicas
frecuentemente aparecían en mosaico sobre las paredes. En donde
naturalmente las iglesias eran de madera, ante la imposibilidad de
pintar al fresco las paredes, la decoración se encontró en el
iconostasio, contribuyendo al desarrollo de la iconografía ya que los
iconógrafos se dieron cuenta de que un icono no era algo individual,
sino que formaba parte de un todo. Además, la necesidad de que los
iconos se pudieran ver y reconocer desde lejos, llevó a la claridad en
las líneas y a la viveza de los colores.En las iglesias rusas el
iconostasio ha tenido un claro desarrollo en altura. Frecuentemente se
pueden ver varios planos o niveles de iconos, a veces hasta seis con la
representación de la iglesia triunfante: Patriarcas, Profetas,
Apóstoles,
Angeles y Santos dispuestos en ambas partes y mirando hacia la escena
central de la Deisis.El iconostasio está para ayudar a los fieles a
entrar en comunión con la iglesia celeste. Es un vínculo ontológico
entre sacramento e imagen; una manifestación del Cuerpo glorificado de
Cristo, el mismo que está realmente en el Sacramento Eucarístico y que
está representado en el icono. En las Sagradas Especies, Jesucristo se
da, en cambio en los iconos se deja ver. Mediante el iconostasio la
conciencia accede a la nube de testigos que rodean el trono de Dios, a
la esfera de la gloria celeste. El iconostasio es una visión; se
identifica con los santos mismos, testigos de lo que hay más allá. Hay
que mantener las visiones celestes, inscribirlas en la materia, fijar
sus huellas en el color. El iconostasio no esconde nada a los fieles,
abre los misterios a los pobres, les manifiesta el otro mundo, les
anuncia la existencia del Reino. En el iconostasio los
santos son ventanas abiertas a lo eterno. El iconostasio material no
sustituye a los testigos vivientes, sino que indica su existencia para
concretar la atención a los fieles. La concentración de la atención es
la condición indispensable del progreso espiritual.
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