viernes, 29 de noviembre de 2013

Los Sacramentos de Bautismo y Crismación...‏


Según la palabra del Señor Jesucristo, el nacimiento espiritual del hombre es el fundamento de la salvación: "el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, es carne, y lo que es nacido del Espíritu, es espíritu" (Juan 3:5-6). Este nacimiento mediante el agua y el Espíritu se realiza en el Sacramento del Bautismo.

En el Bautismo el hombre se purifica de la iniquidad del pecado, se libera de la esclavitud de las pasiones y nace para la vida espiritual. El Bautismo tiene posee una fuerza espiritual tan grande, que se realiza sola una vez, aunque luego, la vida del hombre no se corresponda con la sublime vocación cristiana. Desde este punto de vista, el bautismo puede compararse con un candil espiritual que el Espíritu Santo enciende en el corazón del hombre. El fuego de este candil puede incrementarse o disminuir, pero nunca se extinguirá completamente. La principal meta de nuestra vida es avivar este fuego bendito hasta convertirlo en una llama resplandeciente.

En el presente trabajo intentaremos descubrir el significado y la fuerza del Bautismo y su relación con el Sacramento de la Crismación con la esperanza de que un conocimiento mas profundo de estos Sacramentos servirá de estímulo para que nuestros lectores utilicen ese enorme tesoro espiritual que han recibido en el Bautismo.


El Sacramento del Bautismo
El sacramento del Bautismo es imprescindible, pues esta estrechamente vinculado con la presencia de la corrupción pecaminosa en el hombre. El individuo nace con su naturaleza deteriorada por el pecado. Con los años, el pecado como la hierba mala, c4rece y va fortaleciéndose en el hombre esclavizándolo cada vez mas y mas. Así, la vida de cada ser humano en particular y la de la humanidad en general, resultan envenenados por el pecador. Del pecado surgen todas las desgracias: crímenes, sufrimientos, ofensas, violaciones, enfermedades, la muerte física, y principalmente, la muerte espiritual.

Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios, vino al mundo para destruir el pecado y dar al hombre una vida eterna y feliz en el Reino de los Cielos. El renacimiento espiritual comienza con la fe del hombre en Jesucristo, con su deseo de liberarse de la violencia del pecado y el anhelo de vivir según la voluntad de Dios. El Señor Jesucristo comparó este renacimiento con la resurrección de los muertos, diciendo: "La hora se acerca, y ya ha llegado en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios: y los que la oigan vivirán" (Juan 5:25). Pero solo con la fe y los deseos no es suficiente. Es necesaria la fuerza de la Gracia. Ella es la que llevará a cabo el nacimiento espiritual del hombre. Esta fuerza bendita penetra en la persona en el momento de su inmersión en el agua bautismal.

El Señor Jesucristo estableció el Sacramento del Bautismo después de su resurrección de entre los muertos. Apareciendo a sus apóstoles les dijo: "Id, y enseñad á todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, e instruyéndolas que guarden todas las cosas que os he mandad:... El que crea y se bautice, se salvara. El que no crea, se condenará" (Mateo 28:19-20, Marcos 16:16).

Cumpliendo la orden del Salvador, los apóstoles predicaron por doquier la fe en Jesucristo bautizando a los creyentes. El primer bautismo masivo fue realizado el día del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Al finalizar el sermón del apóstol Pedro los oyentes le preguntaban: "Que debemos hacer para salvarnos?" Y el apostal Pedro les respondió: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:37-38)

En su epístola a los Romanos, el apóstol San Pablo, explica detalladamente el significado del bautismo: "¿Todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte Fuimos sepultados con él en la muerte, a fin de que así, como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva" (Rom. 6:3-4). Habiendo muerto en la Cruz, el Señor y Salvador crucificó también nuestros pecados y se hizo purificador de nuestras iniquidades. En la muerte del Señor en la Cruz reside la fuerza purificadora de los pecados. Quien recibe el Bautismo, se sumerge en la muerte de Cristo y en la fuerza prificadora de sus sufrimientos en la Cruz. Esta fuerza aniquila todo pecado sin dejar ninguna huella. Ocurre algo parecido cuando se sumerge un metal precioso en una solución química que elimina la mezcla de baja calidad e inútil, dejando el oro puro.

El hombre que ha sido purificado del pecado se libera de su violencia y recibe la libertad de seguir una vida espiritual. En las Sagradas Escrituras el nacimiento espiritual se llama también "primera resurrección" para diferenciarla de la "segunda" , es decir, la resurrección física que ocurrirá antes del fin del mundo (Apoc. 20:5). El bautizado se convierte en hijo muy amado de Dios, prohijado por Él mediante la gracia de Cristo.

Esto no significa que en el bautismo la persona se libera automáticamente de todas las tentaciones y del combate espiritual. Mientras el hombre se encuentre en este mundo lleno de tentaciones, el sacrificio espiritual es ineludible. La diferencia entre el bautizado y el no bautizado es que, el último, es esclavo del pecado y no tiene fuerzas para combatirlo, mientras que el bautizado es libre y recibe ayuda para combatir las tentaciones.

San Marcos el Asceta explica así el sacramento del bautismo: "Por medio del bautismo tu te has vestido de Jesucristo y tienes la fuerza y las armas para derrotar los pensamientos pecaminosos... El santo bautismo libera por completo de la esclavitud del pecado... Si después de haber sido bautizados nosotros caemos nuevamente en el pecado, esto no significa que el bautismo haya sido imperfecto; la razón no es otra que nuestra negligencia respecto a los mandamientos y nuestros propios deseos de permanecer en la autosatisfacción. Atarnos nuevamente a las pasiones, o mantenernos libres de ellas mediante la observación de los mandamientos depende de nuestra voluntad. Si, después del santo bautismo, teniendo la posibilidad de cumplir los mandamientos no lo hacemos, entonces, aunque no lo queramos, seremos otra vez esclavos del pecado hasta que mostremos nuestro arrepentimiento y pidamos a Dios que borre en nosotros toda impureza (Filocalia, tomo num. 1).

Es importante que el cristiano comprenda que superando las tentaciones él perfecciona su moral y crece espiritualmente. Para esto es imprescindible el esfuerzo personal. Si no existiera la lucha, no existirían los virtuosos. En esta lucha contra las tentaciones el cristiano no está solo. El recibe una gran ayuda del Espíritu Santo en el Sacramento de la Crismación que se administra después del bautismo.


El Sacramento de la Crismación
Así como la muerte y la resurrección de Cristo culminaron con el día de Pentecostés, con el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles, así el bautismo del hombre culmina con su Crismación. En el Bautismo el hombre es sepultado y resucita con Cristo; en el Sacramento de la Crismación se hace digno de la gracia del Espíritu Santo. De esta forma el milagro de Pentecostés se repite y se renueva constantemente en la Iglesia.

Las palabras fundamentales de este Sacramento - "El sello del don del Espíritu Santo"- indican su significado. La Crismación es :
a) el acto culminante de la unión a la Iglesia. Es la confirmación o el sello de esa unión
b) es manantial de las fuerzas de la gracia que son concedidos al bautizado para el fortalecimiento y el crecimiento de la vida espiritual.

San Cipriano (siglo III), escribe: "Los bautizados en la Iglesia son signados con el sello del Señor a ejemplo de lo que ocurrió en el pasado con los samaritanos que recibieron de los apóstoles Pedro y Juan el Espíritu Santo mediante la imposición de las manos y la oración... nos perfeccionamos por medio del sello del Señor" (Hechos 8:14-17). San Efrén el Sirio (siglo IV) escribe: "Con el sello del Espíritu Santo son signadas todas las entradas de tu alma, con el sello de la unción, son signados todos tus miembros." San Cipriano atestigua que en la antigüedad cuando se hablaba sobre el nacimiento del "agua y el Espíritu," por el "nacimiento del agua" se entendía el Bautismo, mientras que por "nacimiento del Espíritu" era entendida la Crismación.

En tiempos apostólicos los dones del Espíritu Santo se otorgaban con la imposición de manos. Sobre esto podemos leer en el Libro de los Hechos (8:14-17 y 19:2:26). Cuando San Pablo llego a Éfeso se encontró con discípulos que solo conocían el Bautismo de Juan (el Bautista). San Pablo terminó de instruirlos y ellos fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y habiéndoles impuesto Pablo las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo.

De que forma la bendita imposición de manos se transformó en la unción con el miro - Es evidente que los mismos apóstoles ante la imposibilidad de visitar personalmente a tanta gente, decidieron cambiar la imposición de manos por la unción con el miro que ellos mismos bendecían y repartían a los representantes de las Iglesias. San Pablo dice con respecto a la bendita Crismación: "Es Dios el que nos confirma a nosotros y ustedes en Cristo, y el que nos ha ungido. El también nos ha marcado con su sello y ha puesto las primicias del Espíritu en nuestros corazones" (2 Cor. 1:21-22). Las palabras fundamentales del sacramento "Sello del don del Espíritu Santo" están estrechamente vinculadas a la frase expresada por el apóstol. Mas adelante el apóstol continua escribiendo: "No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el cual están signados para el día de la redención" (Efes. 4:30). En las Sagradas Escrituras el "día de la redención" es el día del Bautismo ;y por la palabra "marca" del Espíritu Santo se debe entender el "sello del Espíritu Santo" que sigue inmediatamente luego del bautismo.

El miro y no otro elemento fue elegido para el sacramento de la Crismación, porque en el Antiguo Testamento el miro se usaba para hacer descender sobre las personas dones espirituales especiales (Exod. 28:1; 1 Reyes, 16:13; 3 Reyes 1:39). Tertuliano, escritor del siglo III escribe: "Al salir de la pila bautismal, nosotros somos ungidos con oleo bendito de acuerdo a una antigua costumbre; como usualmente eran ungidos los sacerdotes con aceite bendito que salía del cuerno."

En la epístola del apóstol Juan leemos: "Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y conocen todas las cosas." Y más adelante agrega "La unción que recibieron de él, permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Y, ya que esa unción los instruye en todo, y ella es verdadera, y no miente, permanezcan en el como ella les ha enseñado" (1 San Juan 2:20-27). En las palabras, citadas de San Pablo y San Juan, el término "unción" indica la comunicación a los fieles del don espiritual ; pero es evidente que el término "unción" podía usarse en sentido espiritual porque los cristianos tenían delante de sus ojos la unción material.

Los Santos Padres de la Iglesia utilizan la palabra "cristiano" en estrecha relación con la Crismación "cristiano" significa "ungido". "Habiéndose ungido a Cristo" dice San Cirilo de Jerusalén, "ustedes se han hecho dignos de llamarse cristianos es decir "ungidos" y acerca de ustedes Dios dijo: "Guardaos de no tocar a mis ungidos" (Salm. 10:15).

Las narraciones del libro de los Hechos de los Apóstoles demuestran que además del descenso de los dones del Espíritu Santo, la imposición de manos o Crismación luego del bautismo, era la confirmación del bautismo efectuado y la señal de la unción de los bautizados a la Iglesia; razón por la cual era realizada por los mismos apóstoles y sus sucesores, los obispos.

De esta forma si con el Bautismo el hombre nace para la vida espiritual, con la confirmación se hace partícipe de la vida bendita de la Iglesia.


Sobre la inmersión en el agua
El bautismo debe realizarse mediante la inmersión en el agua. La misma palabra griega "baptizo" significa "inmersión." En el libro de los Hechos leemos como el apóstol Felipe bautizó al eunuco: "Ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco; y Felipe lo bautizó." Cuando salieron del agua "el Espíritu Santo descendió sobre el eunuco" (Hechos 8:38). La inmersión en el agua se realiza tres veces pronunciándose las palabras "El siervo de Dios es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo," de acuerdo al mandamiento que Jesucristo nos dejó (Mat. 28:19). De la misma forma se bautizaba en la Iglesia Antigua. Así lo menciona en su epístola el apóstol Bernabé. Tertuliano, por su parte, dice directamente que "la forma del bautismo esta prescrita." indicando las palabras del Salvador sobre el bautismo. También testimonia sobre la triple inmersión, señalando el instante en el que se exige del bautizado la renuncia a Satanás y a sus angeles y luego la confesión de la fe.


Del bautismo de los niños.
El bautismo de los niños expresa el deseo ferviente de los padres de que sus hijos reciban con prontitud la gracia de Cristo. Una vez recibido el bautismo, el niño crece en el ámbito de la Iglesia. Para el, la Iglesia es su casa, su propio elemento.

La costumbre de bautizar a los niños es antigua. Se remonta a los tiempos apostólicos y se basa en la palabras de Cristo: "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mi porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mat. 19:1).

En las escrituras los apóstoles, frecuentemente mencionan el bautismo de familias enteras (los habitantes de Lida, la casa del guardián de la celda, la familia de Estefanas, 1 Cor. 1-16). En ninguna cita se habla de que los niños no se deben bautizar. Los Padres de la Iglesia en sus enseñanzas a los fieles, insisten en el bautismo de los niños. San Gregorio el Teólogo, dirigiéndose a las madres cristianas, dice: "Tú tienes una criatura? No dejes que el tiempo aumente el daño; Que sea iluminado desde su infancia y que desde su juventud sea consagrado al Espíritu. Tu temes al "sello" por la debilidad de tu naturaleza como una madre atemorizada y de poca fe? Pero Ana prometió a Dios que le consagraría a Samuel antes de que el naciera. Al poco tiempo Samuel nació,y ella lo dedicó y educó para el sacerdocio, sin temer a las debilidades humanas y con fe en Dios. Es imprescindible que las personas que traen a los niños para ser bautizados sean responsables de su educación en la fe y virtudes cristianas. Sobre estas enseñanzas podemos leer, por ejemplo, en "la Jerarquía de la Iglesia" de San Dionisio Areopagita , autor siempre altamente estimado por la Iglesia: "Era voluntad de nuestros Divinos instructores que los niños reciban el bautismo con la santa condición de que los padres confíen a sus hijos a educadores que sean personas fieles y que instruyan en la fe cristiana y que, después, se preocupen de los niños como guardianes y padres designados del Cielo para guiarlos a la eterna salvación. La persona que promete guiar al niño por una vida virtuosa, es la misma que el sacerdote obliga antes del bautismo a pronunciar el renunciamiento y la sagrada confesión de la fe.


El bautismo no se repite
El décimo artículo del símbolo de la Fe dice: "Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados." Esto significa que si el bautismo es un nacimiento espiritual, y fue realizado correctamente mediante la triple inmersión en el agua en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, entonces no puede ser repetido. Por esto, cuando la Iglesia recibe en su seno a los herejes sin repetir el bautismo lo hace con el sacramento de la Crismación, siempre que hayan sido bautizados como ordenan el Evangelio y la Iglesia antigua. Los fieles Ortodoxos renuevan su bautismo por medio del arrepentimiento, con la confesión y la comunión de los Santos Misterios del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

De los Padrinos
Los padrinos son los padres espirituales del recién bautizado, sea esta adulto o niño. Son los encargados de preocuparse por el desarrollo espiritual de sus ahijados, rezar por ellos, ayudarlos con un consejo o en los hechos durante los momentos difíciles en la vida. En una palabra ser padrino no solo significa un honor, es también una responsabilidad. Durante el bautismo es suficiente tener un solo padrino aunque generalmente son dos, un padrino y una madrina. Los padrinos deben ser ortodoxos, piadosos y gente dedicada a la Iglesia para que puedan influir correctamente sobre sus ahijados. Generalmente uno de los padrinos procura conseguir una Cruz que el recién bautizado llevará sobre su pecho.

El nombre del recién bautizado.
Durante el bautismo se impone a la persona un nombre en honor de algún santo de la Iglesia Ortodoxa. Este santo será el Protector Celestial del bautizado. El día en el que la Iglesia recuerda a este santo, se llama Día del Ángel. La persona debe conocer la vida de su protector celestial y además, comulgar en su día del ángel.

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