- Padre, cuando se lleva a cabo la Divina Liturgia, ¿Debe comulgar siempre al menos alguien?
-
Sí, porque el objetivo principal de la Divina Liturgia es la comunión
de los fieles, así sean pocos los que estén preparados para ello. Porque
precisamente todas las oraciones que hace el sacerdote están dirigidas a
los fieles que van a comulgar. Por esto, al menos una persona debería
comulgar. Obviamente, puede suceder que nadie se sienta preparado en ese
momento. Esto es otra cosa, desde luego. Aún así, al menos algún niño
pequeño debería comulgar, incluso algún bebé. Y si no hubiera nadie
preparado, entonces sólo comulgará el sacerdote, mencionando los nombres
(que para esto han llevado por escrito los fieles). Pero esta debería
ser la excepción y no la norma.
Cualquiera
puede vivir los acontecimientos del Nuevo Testamento en cada Liturgia.
La Santa Proscomidia es Belén, la Santa Mesa es el Santo Sepulcro y
Jesucristo crucificado es el Gólgota. Toda la creación se santifica con
la Divina Liturgia, a través de la presencia de Cristo. La Santa
Liturgia es lo que sostiene al mundo. Es realmente impresionante lo que
nos ha dado Dios. No somos merecedores de algo así! Hay sacerdotes que
en cada Liturgia viven este sobrecogedor sacramento. Alguien me contó
una vez, sobre un sacerdote muy pobre y sencillo, que decía "Me resulta
muy difícil comulgar... No puedo contener mis lágrimas sucias, que caen
en el Santo Cáliz, es algo para mí muy doloroso". Y al relatarlo,
también lloraba. Quien me contó esto, le dijo a ese sacerdote
"Pídele a Dios que me dé a mí también de esas ´sucias lágrimas´que
dices tú".
- Padre, ¿Por qué se arrodilla Usted cuando el sacerdote ora al momento de la Epíclesis?
-
Porque en ese momento, cuando el sacerdote ora en rodillas, Dios le
envía la gracia divina para librarlo de sus debilidades, para poder
llevar a cabo la Santa Liturgia. En ese momento, también los fieles
deben orar con devoción para recibir ellos también de esa gracia. (...)
En ese momento, los fieles deben mencionar sus nombres en silencio, para
que sus corazones participen en el dolor de cada alma que fue
mencionada, tanto de vivos como de los que ya no están con nosotros.
Recuérdense, entonces, de todos aquellos que Ustedes conocen, cada uno
según su propio nombre... "María, Nicolás... Tú conoces, Señor, sus
problemas. Ayúdalos!"
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