jueves, 28 de noviembre de 2013

Unas palabras del Padre Paisios y la Divina Liturgia...‏

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- Padre, cuando se lleva a cabo la Divina Liturgia, ¿Debe comulgar siempre al menos alguien?
- Sí, porque el objetivo principal de la Divina Liturgia es la comunión de los fieles, así sean pocos los que estén preparados para ello. Porque precisamente todas las oraciones que hace el sacerdote están dirigidas a los fieles que van a comulgar. Por esto, al menos una persona debería comulgar. Obviamente, puede suceder que nadie se sienta preparado en ese momento. Esto es otra cosa, desde luego. Aún así, al menos algún niño pequeño debería comulgar, incluso algún bebé. Y si no hubiera nadie preparado, entonces sólo comulgará el sacerdote, mencionando los nombres (que para esto han llevado por escrito los fieles). Pero esta debería ser la excepción y no la norma.

Cualquiera puede vivir los acontecimientos del Nuevo Testamento en cada Liturgia. La Santa Proscomidia es Belén, la Santa Mesa es el Santo Sepulcro y Jesucristo crucificado es el Gólgota. Toda la creación se santifica con la Divina Liturgia, a través de la presencia de Cristo. La Santa Liturgia es lo que sostiene al mundo. Es realmente impresionante lo que nos ha dado Dios. No somos merecedores de algo así! Hay sacerdotes que en cada Liturgia viven este sobrecogedor sacramento. Alguien me contó una vez, sobre un sacerdote muy pobre y sencillo, que decía "Me resulta muy difícil comulgar... No puedo contener mis lágrimas sucias, que caen en el Santo Cáliz, es algo para mí muy doloroso". Y al relatarlo, también lloraba. Quien me contó esto, le dijo a ese sacerdote "Pídele a Dios que me dé a mí también de esas ´sucias lágrimas´que dices tú".

- Padre, ¿Por qué se arrodilla Usted cuando el sacerdote ora al momento de la Epíclesis?
- Porque en ese momento, cuando el sacerdote ora en rodillas, Dios le envía la gracia divina para librarlo de sus debilidades, para poder llevar a cabo la Santa Liturgia. En ese momento, también los fieles deben orar con devoción para recibir ellos también de esa gracia. (...) En ese momento, los fieles deben mencionar sus nombres en silencio, para que sus corazones participen en el dolor de cada alma que fue mencionada, tanto de vivos como de los que ya no están con nosotros. Recuérdense, entonces, de todos aquellos que Ustedes conocen, cada uno según su propio nombre... "María, Nicolás... Tú conoces, Señor, sus problemas. Ayúdalos!"

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