En
la Iglesia Latina o Romana, bajo el Novus Ordo Misae del año 1969, el
sacerdote celebra de cara al pueblo, acentuando de este modo el aspecto
comunitario de la Eucaristía, todos reunidos alrededor de una misma mesa para partir el Pan.
Sin embargo en la Iglesia Ortodoxa la Divina Liturgia se celebra estando el sacerdote, en algunos momentos, de espaldas al pueblo, para acentuar de este modo el concepto teológico que el sacerdote y el pueblo ofrecen el sacrificio y sus oraciones a Dios, mirando a Dios, no uno al otro. En las Iglesias Ortodoxas el altar, debe estar orientado hacia el Este, a la salida del sol, símbolo de Cristo, el sol de justicia (Mt. 17:2), (Lc. 1:78) y la luz del mundo, (Jn. 8:12). La orientación de la oración común del sacerdote y de los fieles es en dirección al este, es decir, al sol que se eleva, era concebida como una mirada hacia el Señor, hacia el verdadero sol. Hay en la liturgia una anticipación de su regreso; sacerdotes y fieles van a su encuentro. Esta orientación de la oración expresa el carácter teocéntrico de la Divina liturgia.
San Juan Damasceno al explicar el motivo de la celebración de espaldas al pueblo se refiere al relato de la Ascensión de Cristo al cielo: “Cuando Cristo ascendió al cielo, lo hizo elevándose hacia el Oriente y sus discípulos lo adoraron con la mirada puesta en el cielo. Ese mismo Cristo vendrá de la misma manera que lo han visto partir, así como El mismo lo dijo: “Como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la Venida del Hijo del hombre”, (Mt. 24:27). Por eso, esperando el glorioso regreso de Cristo, celebramos la Divina Liturgia con la mirada puesta en el Oriente, en Cristo”.
En las Iglesias Ortodoxas se hace énfasis en el papel mediador del sacerdote, a imitación de Cristo, cuyo sacerdocio ejerce: “Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres”, (Heb. 9:15).
El sacerdote es mediador entre Dios y su pueblo, pastor de sus fieles, es quien los guía hacia la casa del Padre Celestial. El sacerdote guiando a su pueblo, va primero, pero también él, está en camino hacia la morada celestial, como un peregrino más. Los peregrinos no se miran los unos a los otros, sino que todos caminan hacia un objetivo común. Este concepto de peregrinación se refleja también en las numerosas procesiones que realiza la Iglesia Ortodoxa en Semana Santa, Pascua y otras ocasiones, en las cuales el sacerdote camina al frente, guiando a su pueblo.
Para comprender mejor este aspecto, es fundamental conocer la arquitectura de los templos bizantinos, compuestos por dos partes principales: el santuario y la nave. La nave conduce a los fieles al cielo, por eso es el lugar donde se ubica el pueblo durante las celebraciones litúrgicas; mientras que el santuario simboliza el cielo, allí el sacerdote, a imitación del Sumo Sacerdote Cristo, ofrece oraciones y el sacrificio eterno al Padre.
El santuario está separado de la nave por una divisoria llamada “iconostasio”, se llama así, porque en ella se colocan los iconos, cuyo orden y significado teológico, mencionaremos en otra ocasión.
El iconostasio representa el velo que separaba al santo de los santos del Antiguo Testamento, donde se hallaba el arca del testimonio, ver Génesis.26:31-33; Éxodo 40:20-21 y Hebreos 9: 1-4. En el santo de los santos nadie podía ingresar, sólo el sacerdote, debidamente preparado y con los ornamentos prescritos por el Señor, (Lev. 16:2), también en el santuario ortodoxo sólo ingresa el sacerdote, los diáconos, subdiáconos, monaguillos y el sacristán, revestidos con los ornamentos correspondientes y debidamente preparados.
El santuario, como ya lo dijimos más arriba, simboliza el cielo y la nave la tierra. El icono dominante en el iconostasio es el de Cristo, para indicar que al cielo se ingresa sólo a través de Cristo, (Tim. 2:5). Porque Cristo es la puerta al cielo, (Jn. 10:9).
El sacerdote, obrando en el nombre de Cristo, es también mediador entre Dios y los hombres, está en constante comunión con su pueblo, ingresando y saliendo del santuario: mediando, intercediendo y alimentando a sus fieles. Intercede por su pueblo ante Dios con los brazos levantados hacia el Señor, como Moisés, mientras Josué luchaba con Amalec, (Ex. 17:10-13). Y como bajando de la montaña santa, sale del santuario, trayendo la bendición para su pueblo: “Paz a todos”, la Palabra de Dios y el Pan de Vida – La Eucaristía.
Esta breve meditación nos ayuda a comprender el porqué de un rito, distinto a la práctica de la Iglesia Latina, pero que encierra un profundo significado teológico. Lamentablemente se presta a malas interpretaciones e induce a los que no están familiarizados con el tema, a afirmar, a veces con tono irónico, que el sacerdote ortodoxo da la espalda al pueblo. No da la espalda al pueblo, sino celebra de espaldas al pueblo, celebra por el pueblo y con el pueblo con los ojos puesto en Dios, fuente de Vida, el Alfa y Omega.
Excelente explicación. No soy ortodoxo, pero comprendo la forma de celebrar la Divina Liturgia, el sacerdote no le da la espalda al pueblo, él y los feligreses miran juntos hacia el altar que apunta al Oriente que simboliza a Cristo. Así es como debería ser en todos los ritos.
ResponderEliminarEn la Iglesia Católica Romana todavía existe la Misa Tridentina, así que el sacerdote igualmente sigue oficiando de cara al altar ya que éste apunta en dirección al Gólgota donde se cree que fue crucificado Cristo.
Por otra parte, me gusta el significado del Iconostasio al ser una alegoría veterotestamentaria del Santo de los Santos. Me encanta la forma en que la Iglesia Ortodoxa sacraliza sus ritos.