Bendita
tú María, hija de los pobres que has llegado a ser Madre del Señor de
los reyes. En tu seno habitó Aquél de cuya alabanza están llenos los
cielos. Bendito tu pecho que lo alimentó con amor, tu boca que lo
arrulló y tus brazos que lo estrecharon. ¡Tú eres un carro para llevar a
un Dios de fuego!
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