La
Iglesia Ortodoxa invita a sus hijos a confesar aquello que ella como
Madre les ha enseñado acerca de Dios, les mueve a que sus primeras
palabras y pensamientos los dirijan a esa verdadera sabiduría oculta
para los sabios de este mundo, centrados únicamente en la ciencia de las
cosas sensibles. Es la sabiduría con la que el sacerdote pide que se
abran las puertas de Iconostasio antes de profesar la fe en la Divina
Liturgia, la sabiduría que abre nuestros labios al amanecer y al
anochecer, reconociendo en el Dios Trinidad al Autor de todas las cosas.
Así, día tras día, confiesan el Símbolo laicos, sacerdotes, monjas y
monjes, con firmeza para no dejarse arrastrar por los errores; con temor
por el destino de aquéllos que se separan de esta recta Confesión de
Fe.
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