El cristiano debe vivir en la alegría como
poseedor del tesoro del reino. La perla preciosa o el tesoro hallado en
el campo producen una alegría tal que por ella se abandona todo y se
despoja uno de todo por adquirirlo (Mt 13,44). ¿Cuándo acabaremos de
entender que el cristianismo no es una religión triste sino
esencialmente una religión alegre? Es la religión de la redención.
Estamos calumniando al cristianismo cuando en nuestra vida lo volvemos
una religión triste y sombría. Quien tiene consigo al Salvador del mundo
ha de vivir alegre y ha de prodigar alegría a su alrededor. Esta es la
consigna grandiosa para estos días.
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