martes, 4 de noviembre de 2014

Una sonrisa antes de partir a la eternidad: Monje José de Vatopedi

 

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A lo largo de la vida algunos ya habrán visto rostros de personas fenecidas con un “brillo” especial, con una expresión de paz, pero nunca con una sonrisa. Por un lado, los padres espirituales dicen que el momento de morir es un momento de horror para el agonizante. Por otro lado, leemos en el libro de los Dichos de los Padres del Desierto que, en su humildad, los más avanzados de entre ellos nunca bajaron la guardia antes de entrar a la vida eterna en donde estarían ya fuera de peligro.
 
Se sabía que el Anciano José sufría de un problema cardiaco mayor y que estaba bien debilitado por su enfermedad. ¿Cómo es entonces que reposó sonriendo?
 
Esta es la respuesta: el Anciano José no reposó sonriendo, sino que sonrió después de reposar.
 
Compartimos aquí los sucesos después de haber conversado con algunos de los padres del monasterio.
 
 Los dos monjes que estuvieron al lado del Anciano José hasta el último momento, se apresuraron a notificar al Anciano Efraín y al resto de los padres del reposo del Anciano José, sin haber notado que dejaron el cuerpo con su boca entreabierta.




Los monjes asistentes amortajaron el cuerpo del anciano José con su manto monástico, según la costumbre establecida. El proceso incluye zurcir el manto, cerrándolo sobre su rostro y cuerpo con puntadas a lo largo del manto, un procedimiento que tomó 45 minutos. Finalmente, los asistentes recortaron la tela que cubría su rostro – también de acuerdo al orden previsto – y al descubrirle encontraron al Anciano como todos lo vemos ahora, sonriente.

 

La sonrisa del Anciano José de Vatopedi es el primer evento sobrenatural acaecido tras su reposo, algo que ha servido de gran consolación para todos.

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