La meta de nuestra existencia terrenal es una sola: prepararnos para la vida eterna. La sabiduría cristiana consiste en aprovechar al máximo el precioso don del tiempo para asegurar la vida futura. Nuestro Señor Jesucristo en muchos de sus preceptos exhortaba a sus discípulos a valorar el tiempo y vivir constantemente preparados para comparecer ante Dios y para dar cuenta de sus actos. (Ve, por ejemplo, la descripción del Juicio Divino en el Evangelio según San Mateo (25:31-46); las parábolas del Salvador acerca de la cizaña (San Mateo 13:24-43), acerca de los siervos que están esperando a su señor (San Lucas 12:35-40), acerca del mayordomo infiel (San Lucas 16:1-13), de los invitados a la boda (San Lucas 14:16-24), de los talentos (San Mateo 25:14-30), de los jornaleros que recibieron la misma remuneración (San Mateo 20:1-16) y de las 10 doncellas (San Mateo 25:1-13).
"Velad - repetía el Señor - porque no sabéis cuándo llegará el Hijo del Hombre" (Mateo 24:42); esto significa que nuestra vida puede interrumpirse en el momento más inesperado. Éste será para ustedes el fin del mundo, es decir, el día del juicio y el principio de la eternidad.
Todos los hombres, en mayor o menor medida, temen a la muerte, sin embargo, los Apóstoles enseñaban a los cristianos a tener presente el futuro encuentro con Dios, porque reflexionar referente a esto ayuda a corregir la vida. "La Venida del Señor está cercana - escribe el santo Apóstol Santiago (Jacobo), - mirad que el Juez está a las puertas" (Santiago (Jacobo) 5:8-9).
Los primeros escritos cristianos, que desde el tiempo de los Apóstoles los cristianos, con mucha atención esperaban el pronto regreso, a la Tierra, de nuestro Señor Jesucristo. Esta expectativa se sostenía, por un lado, debido a la atmósfera de persecución y martirio que rodeaban sus vidas. La intensidad del acoso, a veces, les recordaba lo anunciado por el Salvador acerca de los últimos tiempos, cuando era imposible garantizar siquiera un solo día de tranquila existencia. Sería suficiente recordar al santo archidiácono Esteban, los santos apóstoles Pedro y Pablo, las santas mártires Fe, Esperanza, Amor y su madre Sofía, la santa y gran mártir Bárbara, el victorioso San Jorge y a otros gloriosos mártires, para convencerse de que la vida de los creyentes en los primeros tiempos del cristianismo estaba permanentemente en peligro. En las personas de los emperadores Nerón, Domiciano, Decio, Dioclesiano y otros perseguidores semejantes a ellos, los cristianos veían la imagen de la bestia apocalíptica. Por otro lado, muchos cristianos de los primeros tiempos, estaban tan inflamados por la fe y el empeño en llevar una vida recta que la vuelta de Cristo e la Tierra se entendía no como el tiempo del Juicio y la rendición de cuentas, sino como un alegre encuentro con el Salvador, a Quien ellos amaban con todo su corazón. Ellos realmente deseaban la pronta llegada de Cristo.
Con el naufragio del paganismo, al principio del siglo IV, y el cese de las persecuciones se debilitó en los cristianos el fervor espiritual y la espera del segundo advenimiento de Cristo se atempero. Un estudio más sistemático de las Escrituras convenció a los teólogos que antes de la llegada del "Gran día del Señor," en la vida de la humanidad deben cumplirse determinados procesos espirituales y sociales.
Las Sagradas Escrituras no revelan exactamente el tiempo de la segunda venida de Cristo, sin embargo, nos indican una serie de señales determinadas por las cuales podemos deducir la relativa proximidad de ese día. Al Concluir Su Enseñanza acerca del fin del mundo, el Señor Jesucristo dijo: "Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estío se acerca; así vosotros también, cuando veáis todas estas cosas, entended que el fin está próximo, a las puertas" (San Mateo 24:32-34); quiere decir que los mismos acontecimientos demostrarán hasta qué punto se aproximó el fin del mundo. En los discursos del Salvador y los preceptos de los apóstoles, encontramos las siguientes "señales" sobre la inminencia del segundo advenimiento de Cristo:
A) La difusión universal del Evangelio. "Será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin" (San Mateo 24:14).
B) El extremado debilitamiento de la fe. Aunque la doctrina cristiana se conocerá universalmente, a la gente le será indiferente, de modo que "el Hijo del hombre, al venir, ¿encontrará fe en la tierra?" (San Lucas 18:8). De acuerdo con las palabras del santo apóstol Pablo, "llegará el tiempo en que los hombres no aceptarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas" (2 Tim. 4:3-4) es decir, que los hombres en lugar de interesarse por la verdad, preferirán lo que sea curioso y agradable de escuchar.
C) Surgirán falsos profetas y falsos mesías, quienes inducirán a los hombres a diversas sectas y cultos salvajes, adulando los bajos instintos de la multitud. En cuanto a los falsos maestros, el Señor previene a los fieles diciendo: "Cuidad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán 'yo soy el Mesías' y engañarán a muchos... no sigáis sus huellas... Se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano" (San Mateo 24:4-5, 24-25 y San Marcos 13:6). El libro del Apocalipsis describe los milagros del último falso profeta, y el santo apóstol Pablo explica que estos milagros no serán verdaderos sino sólo aparentes. (Apoc. 13:13-15; 2 Tes. 2:9).
D) Conversión a Cristo del pueblo hebreo. De acuerdo con el apóstol Pablo, paralelamente con la masiva apostasía del cristianismo de muchos pueblos, tendrá lugar el retorno del pueblo hebreo a Cristo: "No quiero dejaros, hermanos, en ignorancia acerca de este misterio que la crueldad (incredulidad) estará en Israel sólo hasta cierto tiempo: hasta que entre (en la Iglesia) la totalidad de los gentiles; luego se salvará Israel entero (de los últimos tiempos), como está escrito: vendrá de Sión el Redentor y apartará la desgracia de Jacob... ¡Oh, profundidad de la riqueza, la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables son sus caminos!" (Ver los capítulos 10 y 11 de la epístola a los Romanos).
Se ha de notar que esta profecía del santo apóstol Pablo ya comenzó a cumplirse inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en Nueva York, judíos creyentes, comenzaron a difundir entre sus hermanos según la sangre, la fe en nuestro Señor Jesucristo. Con un muy buen dominio del Antiguo Testamento, comprobaron y se persuadieron de que Jesucristo es el verdadero Mesías prometido a sus padres. Como resultado de su predicación, en algunas grandes ciudades de los Estados Unidos de América han surgido comunidades de hebreos cristianos. Hacia el año 1990 el número de estos hebreos bautizados alcanzó varias decenas de miles. (Los interesados en este tema pueden solicitar la literatura (en idioma inglés) de: VETH SAR SHALOM PUBLICATION, 250 w. 57 st. New York, N.Y. 10023).
e) El mal y las injusticias crecerán extremadamente. La pérdida de la fe conducirá a una mayor caída de la moral. El santo apóstol Pablo caracteriza a los hombres de antes del fin del mundo de la siguiente manera: "En los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles, porque habrá hombres egoístas, avaros, orgullosos, altivos, maldicientes, rebeldes a los padres, hostiles, irreconciliables, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, protervos, henchidos, amadores de los placeres más que de Dios, que con una apariencia de piedad, están en realidad lejos de ella" (2 Tim. 3:1-5) y que "por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos" (San Mateo 24:12). De la totalidad de los vaticinios de las Sagradas Escrituras debe concluirse que la llegada del último y temible día del fin del mundo será precedida por un gradual deterioro moral secular, y consecuentemente, la vida espiritual de la humanidad sufrirá una profunda descomposición. Los intereses carnales predominarán sobre los espirituales. Se perderá el interés por Cristo, y hasta se dejará de pensar en Él. Para muchos su vida y su doctrina no serán más que un antiguo recuerdo. Se repetirá nuevamente el estado antediluviano de la humanidad, acerca del cual leemos en la Biblia: "Viendo Dios cuánto había crecido la depravación del hombre sobre la tierra, y cómo todos los pensamientos y deseos de su corazón tendían en todo tiempo al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra... Pues la Tierra se corrompió ante la faz de Dios y se colmó de actos de maldad" (Gén. 6:5-6). Una situación similar vivirá también la humanidad antes del segundo advenimiento de Cristo.
f) Se difundirán el sortilegio, el servicio a la fuerza maléfica y otras abominaciones paganas. La misma concepción del mundo, por parte de los hombres, será envenenada por la mentira diabólica: "Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe, dando oídos a los espíritus que seducen y a las enseñanzas demoniacas" (1 Tm. 4:1). El libro del Apocalipsis profetiza la extraordinaria penetración de la fuerza diabólica en la vida humana. Esta fuerza del más allá, a la manera de humo llenará y envenenará la misma atmósfera que respira la gente, como lo describe el santo apóstol Juan: (11) "Cuando fue abierto el pozo del abismo, del mismo subió el humo como si fuera de un gran horno, el sol y el aire se ensombrecieron a causa del humo del pozo. Y del humo salieron las langostas sobre la tierra... Y por rey tenían al ángel del abismo cuyo nombre es, en hebreo, Abadon y en griego, Apolyon (destructor)" (Apoc. 9:2-3 y 11). Y aunque el Señor mediante muchas tribulaciones, llamará a los hombres a la penitencia, "no se arrepentirán de las obras de sus manos, no dejarán de adorar a los demonios... y no se arrepentirán de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos" (Apoc. 9:20-21).
g) "Crecerán la enemistad recíproca y el odio y aumentará la persecución a los creyentes." El nombre de cristiano será odioso para los hombres que rechazarán toda cultura religiosa, todo recuerdo y toda invocación a Dios, cifrando toda su esperanza en sí mismos, en su mente, en sus conocimientos y en sus habilidades. El número de los cristianos se reducirá considerablemente, y los enemigos de los creyentes a menudo serán sus propios familiares, como profetizó el Señor: "Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de Mi nombre... y unos a otros se harán traición y se aborrecerán... y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte... pero no se perderá un sólo cabello de vuestra cabeza - concluye el Salvador consolándolos. El que perseverare hasta el fin se salvara" (San Mateo 24:9-10; San Marcos 13:12-13 y San Lucas 21:18).
h) Las guerras sangrientas y diversas calamidades naturales adquirirán dimensión catastrófica. Los hombres languidecerán bajo el peso de las tribulaciones. No tendrán fuerza suficiente para superarlas, tampoco buscarán la ayuda de Dios debido a su incredulidad. Entonces, "oiréis hablar de guerras y rumores de guerras; pero no os turbéis porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación... y habrá hambre, mortandad y terribles fenómenos y grandes señales en el cielo, sobre el sol, la luna y las estrellas. Desolación y perplejidad en los pueblos y el mar se pondrá ruidoso y turbulento. Los hombres morirán de miedo a la espera de las grandes desgracias que deberán llegar al universo, pues los poderes del firmamento serán sacudidos" (San Mateo cap. 24; San Marcos cap. 13 y San Lucas cap. 21). Las últimas palabras de esta profecía ya se refieren al propio fin del mundo. Pero antes de su llegada ocurrirá aún algo más terrible para la vida de la humanidad: la entronización del anticristo.
La Denominación de "Anticristo" se emplea en las Sagradas Escrituras con un doble significado. En un sentido amplio, se refiere a cualquier enemigo de Cristo (el prefijo "anti" significa contrario... En ese sentido habla el Apóstol Juan el Teólogo en sus dos primeras epístolas). Y en un sentido estricto, esa denominación señala una persona determinada, el "anticristo," quien dirige todos sus esfuerzos a la erradicación de la fe en Cristo. La aparición de este anticristo personal sobre la arena mundial será la última y decisiva señal de la aproximación de la segunda venida de Cristo.
El constante crecimiento de la apostasía de la humanidad, hacia el fin del mundo, se centrará en el determinado "hombre de la iniquidad," quien encabezará la última lucha desesperada contra el cristianismo. Acerca de las cualidades y los actos de este Anticristo dice el apóstol San Pablo:
"Que nadie en modo alguno os engañe: porque aquel día (el del Señor) no llegará hasta que se cumpla la apostasía y se manifieste el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios, o que es sagrado, tan sólo no se consumará hasta que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, (la fuerza de Dios que, por medio de los legítimos gobernantes, obstaculiza su entronización) entonces se manifestará el impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de Su boca destruyéndole con la manifestación de su parusía. La llegada del inicuo estará acompañada del poder de Satanás, de todo género de milagros, señales y prodigios engañosos y de seducciones de iniquidad para los destinados a la perdición, por no haber recibido el amor de la Verdad para ser salvos. Por eso, Dios les enviará confusión para que crean en la mentira" (2 Tes. 2:3-11).
¿Qué favorecerá el éxito del anticristo, y en qué residirá el secreto de su enorme poder e influencia? Es evidente que el anticristo será el notable portavoz de su época material y atea. Además, su llegada al poder será promovida por ciertos factores externos. Probablemente, en su tiempo la humanidad estará amenazada por una guerra mundial nuclear y biológica o por una crisis política y económica universal. Los gobiernos estarán al borde del derrumbe, y las naciones vivirán en estado de alboroto y revolución. Entonces, sobre las olas turbias de la tempestad mundial, surgirá un líder "genial" como el único que puede salvar la humanidad de la humanidad. Será respaldado por una poderosa organización interesada en el dominio mundial. Con su apoyo, el anticristo se presentará con su programa de reformas económico-sociales, que serán obstinadamente sostenidas y propagadas por los medios masivos de información.
Hay que pensar que los judíos que no reconocen a Cristo, verán en el Anticristo al Mesías aguardado desde hace mucho, y la mayoría de los hombres cifrará su esperanza en que éste pondrá fin a guerras y crisis, trayendo el bienestar general. Posiblemente, y teniendo en vista esta ceguera de la humanidad que no puede divisar la inminente catástrofe, el santo apóstol Pablo escribió: "El día del Señor llegará como el ladrón en la noche. Cuando digan: 'paz y seguridad', entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores del parto a la parturienta, y no escaparán" (1 Tes. 5:1-6).
El anticristo no se satisfará solamente por el poder político y las reformas exteriores. Al ser alabado por todos, creerá que es un gran pensador, superhombre y hasta una deidad, de modo que adelantará una nueva concepción del mundo, una nueva fe, una nueva moral para sustituir la "vetusta y fracasada" doctrina cristiana. Embriagado por la manía de grandeza, pretenderá pasar por Dios y se sentará en el templo (posiblemente en el templo a construirse previamente en Jerusalén), exigiendo adoración. De acuerdo con la palabra del santo apóstol Pablo, la actividad del anticristo será muy exitosa, apoyada por Satanás y acompañada por las señales y los falsos milagros con cualquier seducción impía para con los condenados. Bajo esos milagros y señales del Anticristo no solamente se han de comprender aparentes milagros y trucos que a todos entusiasmarán, sino también las mayores adquisiciones del progreso humano en los ramos de la ciencia y el arte, las cuales se utilizarán para reforzar su poder (el "espíritu infundido en la imagen de la bestia" (Apoc. 13:15) ¿No será acaso el televisor o algo parecido?). Se aplicará el más perfecto sistema de espionaje y seguimiento, inclusive el control del comportamiento humano; así los que quisieran comprar o vender algo, deberán presentar un permiso especial para tal fin ("la marca de la bestia" -, Apoc. 13:17). Los programas de radio y televisión, al igual que la prensa, estarán dirigidos para fortalecer sin interrupción el culto al líder, y para crear una opinión pública elaborada por las autoridades. Los que expresen sus dudas acerca del genio y las medidas por él emprendidas serán enérgicamente aniquilados como enemigos de la humanidad.
La imagen del anticristo que ha de venir figura en el libro del profeta Daniel bajo la forma del "cuerno pequeño," que tiene indudablemente los rasgos del rey de Siria Antíoco IV Epífanes, un cruel perseguidor de los creyentes judíos (reinó de 175 a 164 a. J. C.; véase: Daniel capítulos 7 a 11, y los primeros libros de Macabeos). En el Apocalipsis de San Juan el Teólogo, el anticristo está representado como una bestia salida del mar (Apoc. Cap. 13, y 19-21.10) y tiene rasgos de los emperadores Nerón y Domiciano (Nerón reinó desde 54 a 68 d. C. y terminó su vida suicidándose - bajo su reinado en Roma sufrieron martirio los santos apóstoles Pedro y Pablo; Domiciano reinó de 81 a 96 d. J. C., promulgó el decreto de la persecución universal de los cristianos que no le adoraban como a un dios). Bajo él fue desterrado el apóstol San Juan, el Teólogo a la isla Patmos. Muchos hombres creían que Domiciano era Nerón reencarnado, lo que puede utilizarse para caracterizar al anticristo: "Bestia que tiene una herida de espada y que ha revivido" (Apoc. 13:14), contemporáneos del apóstol. Es necesario explicar que en el Apocalipsis, como bestia, se comprende no solamente al propio anticristo, sino también todo el aparato estatal de su imperio anticristiano.
Al examinar los prototipos bíblicos del último anticristo que ha de venir, saltan a la vista algunos rasgos comunes. Todos ellos eran hombres nulos tanto intelectualmente, como en lo relacionado con su capacidad de gobernar. Llegaron a las posiciones más elevadas no por sus méritos, sino sólo aprovechando la situación favorable ("El poder yacía sobre el camino, y lo hemos levantado). Eran más bien conspiradores que hombres con amplia mentalidad estadista, todos ellos sufrían de complejo de grandeza y en la vida privada eran mentirosos, lujuriosos y crueles (Nerón asesinó hasta a su propia madre). Se puede suponer que así será también el último "líder mundial."
Si nos atenemos textualmente a lo indicado por las Sagradas Escrituras, la actividad del anticristo durará tres años y medio y finalizará con el advenimiento de Cristo, la resurrección universal y el Juicio Terrible (Dan. 7:25; Apoc. 11:2-3, 12:14 y 13:5). San Cirilo de Jerusalén, en sus Instrucciones Publicadas (5 y 15), y San Efrem el Sirio en su "Discurso acerca del advenimiento del Señor y el anticristo," describen detalladamente el carácter, la personalidad y el modo de actuar del anticristo. El bien conocido filósofo ruso Vladimir S. Soloviev trató de representar la época del advenimiento del anticristo y su personalidad en su "Relato acerca del anticristo," pero su descripción, con un tono a veces chistoso, no transmite en su totalidad el terror y desesperación que penderán sobre la humanidad en el último período de su existencia. Su relato es un cándido idilio en comparación con el terror que prevalecerá en los hombres que han perdido a Dios.
San Juan el Teólogo, en el Apocalipsis, menciona la aparición de "dos testigos" durante el período activo del anticristo (se supone que podría tratarse del profeta Elías y del patriarca Enoch), quienes profetizarán la verdad y harán milagros, pero serán asesinados por aquél cuando finalicen sus testimonios (Apoc. 11:3-12).
Así testifica la Palabra de Dios acerca del tiempo venidero, conceptos y tendencias de la disposición de la sociedad antes de la segunda llegada de Jesucristo. Aunque todas estas señales son claras y evidentes, la capacidad para verlas y comprenderlas depende del nivel espiritual del hombre. Los pecadores no están en condiciones de comprender lo que ocurre ante sus propios ojos, ni hacia dónde rueda el mundo. Por eso, el Salvador prevenía a sus discípulos diciendo: "Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente caiga sobre vosotros aquel día como una red; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir y comparecer ante el Hijo del Hombre" (San Lucas 21:34-36).
La Mirada Espiritual de los cristianos debe dirigirse hacia el próximo acontecimiento gozoso, es decir, el segundo advenimiento de Cristo en la tierra: "Cuando estas cosas comenzaren a suceder, (las penurias finales) cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención" (San Lucas 21:28). La realidad de este advenimiento es afirmada definitivamente por el mismo Señor Jesucristo con la indicación de una serie de pormenores (San Mateo 16:27; San Mateo 24; San Marcos 8:38; San Lucas 12:40; San Lucas 17:24 y San Juan 14:3). Este suceso fue declarado por los ángeles durante la Ascensión del Señor (Hechos 1:11) y los apóstoles nos lo han recordado a menudo (Ap. Judas 14:15; 1 Juan 2:28; 1 Pedro 4:13; 1 Cor. 4:5 y 1 Tes. 5:2-6, etc.).
El propio Señor describió su venida como repentina y manifiesta para todos: "Como el relámpago, que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así va a ser la venida del Hijo del Hombre" (San Mateo 24:27).