jueves, 5 de diciembre de 2013

El Pecado: En la Doctrina de la Santa Iglesia Ortodoxa...‏


La palabra cristiano nos está diciendo que somos seguidores de Cristo, y que tenemos fe en Jesucristo, a quien profesamos en el Bautismo, y estamos ofrecidos a su santo servicio. El cristiano tiene la señal o distintivo que nos distingue: la Señal de la Santa Cruz, en la que expresamos o simbolizamos dos de nuestros más grandes misterios de nuestra fe:

La Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y las dos naturalezas de Jesucristo, es decir que es Dios y Hombre a la vez. Como conclusión de ésto podemos decir: Religión Cristiana es la religión que Cristo fundó, y que la Iglesia Ortodoxa conserva intacta y enseñó a través de 20 siglos.

La Resurrección de los muertos y la vida eterna, en la consumación de los siglos, cuando ha de venir Cristo por segunda vez a juzgar a los vivos y a los muertos.

Todos resucitarán entonces con el mismo cuerpo que tuvieron en esta vida, tanto de las tumbas, como de los campos, como del fondo del mar, como de las montañas. Los muertos desde hace milenios de años se levantarán de donde reposan e irán a oír la sentencia definitiva de Dios. Los buenos irán al cielo, formando el reino eterno e inmortal de Cristo, y los malos al infierno, en donde sufrirán eternamente las penas de daño y sentido. En el cielo se tendrá la visión perfecta de Dios, la posesión eterna del bien, el goce infinito sin mezcla de mal alguno. El infierno será todo lo contrario: el mal sin mezcla de bien alguno, el ansia infinita de poseer a Dios sin la esperanza de llegar a poseerlo nunca, el remordimiento espantoso de haber perdido el bien eterno, el dolor, la tristeza, el odio. Todo es tiniebla y desesperación. El infierno es eterno. El castigo es infinito. No acabará nunca. Dios no es injusto al castigar así al hombre pecador. El hombre mismo se condena a ese estado. El se rebela contra Dios y no quiere estar con El. Dios le da todos los medios y gracias habidas e imaginables para que se salve y sea eternamente feliz. Más el hombre no quiere, no acepta a Dios ni quiere saber nada de El. Al infierno no va nadie que no quiera ir. Dios casi obliga a ir al cielo, pero más no puede hacer, porque respeta la libertad del hombre. Si Dios le ofreciese salir del infierno, él no saldría, porque odia a Dios.

Hay sólo dos lugares donde se puede estar: Cielo o Infierno. En el Cielo el pecador no quiere estar porque allí se encuentra Dios y él odia a ese Dios. Entonces prefiere irse al infierno. El se va al infierno, libremente, voluntariamente, porque quiere. No podemos culpar a Dios entonces del castigo o de injusticia. Por el contrario vemos que Dios hace lo imposible para evitarle el infierno. Más el hombre se obstina. Aún cuando Dios le diese la posibilidad de volver a la nada no lo haría, porque quiere odiar a Dios toda la eternidad. Está confirmado en el odio, en el mal. Otra cuestión es sobre la duración de las penas del infierno. La respuesta la daremos en breves palabras. El hombre al pecar, comete una ofensa a Dios. La ofensa se mide por la persona ofendida. A mayor dignidad, mayor ofensa. El hombre no puede hacer nada infinito, porque es finito. Al ofender a Dios comete una ofensa infinita. Como hemos dicho antes, la ofensa se mide
por la persona ofendida. En este caso el ofendido es un ser infinito, por tanto la ofensa es infinita. La ofensa es infinita por el ser ofendido y no por el que ofende. A una ofensa infinita corresponde una pena infinita. Tiene que haber proporción entre la falta y la pena. Por lo tanto el hombre merece un castigo infinito al pecar contra Dios. Ahora bien, como el hombre es finito, no puede soportar algo infinito. Entonces el castigo o pena se hace en extensión o duración, conforme a la finitud humana. Por esta causa el infierno no tiene fin.

Existe una única causa para el infierno: el pecado mortal. Dios ha puesto muchos medios a nuestras manos para evitarlo. No pecamos si no queremos. Y si pecamos, Dios lo perdona si nosotros queremos arrepentirnos.

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